Trastorno por consumo de alcohol

 

 

El trastorno por consumo de alcohol se define como una agrupación de síntomas comportamentales y físicos, entre los que están la abstinencia, la tolerancia y el deseo intenso de consumo.

 

 

Se trata de un trastorno asociado a un mal funcionamiento de determinados circuitos cerebrales que intervienen en el autocontrol, por lo que si la ingesta no se detiene el curso de esta enfermedad pueden aparecer consecuencias médicas, psiquiátricas y adictivas, las cuales contribuyen a una mayor vulnerabilidad hacia la recaída y, por tanto, a su cronificación.

 

  • La abstinencia de alcohol se caracteriza por síntomas que se desarrollan entre 4 y 12 horas después de la reducción del consumo, tras la ingesta de alcohol de forma prolongada e intensa. Algunos de estos síntomas 
    (p. ej., las alteraciones del sueño) pueden perdurar durante meses a baja intensidad y conllevar una recaída. Una vez que se desarrolla un patrón repetitivo e intenso de consumo, las personas con trastorno por consumo de alcohol pueden emplear gran cantidad de tiempo en obtener y consumir bebidas alcohólicas.
  • El deseo intenso de consumo (o craving) de alcohol se evidencia por una gran urgencia o necesidad de beber que dificulta el pensamiento de cualquier otra cosa y que suele desembocar en el comienzo de la ingesta.

 

 

Los síntomas del trastorno

 

 

La adicción al alcohol se caracteriza por un consumo repetido que, al actuar como sustancia psicoactiva, hace que el consumidor se intoxique periódicamente o de forma continua, mostrando un deseo compulsivo de beber y una enorme dificultad para interrumpir y/o modificar voluntariamente dicho consumo. 

 

La adicción al alcohol se caracteriza por:

 

  1. Un patrón problemático de consumo de alcohol que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo y que se manifiesta al menos por dos de los siguientes hechos en un plazo de 12 meses:
    • Se consume alcohol con frecuencia en cantidades superiores o durante un tiempo más prolongado del previsto
    • Existe un deseo persistente o esfuerzos fracasados de abandonar o controlar el consumo de alcohol
    • Se invierte mucho tiempo en las actividades necesarias para conseguir alcohol, consumirlo o recuperarse de sus efectos
    • Ansias o un poderoso deseo o necesidad de consumir alcohol
    • Consumo recurrente de alcohol que lleva al incumplimiento de los deberes fundamentales en el trabajo, la escuela o el hogar
    • Consumo continuado de alcohol a pesar de sufrir problemas sociales o interpersonales persistentes o recurrentes, provocados o exacerbados por los efectos del alcohol
    • El consumo de alcohol provoca el abandono o la reducción de importantes actividades sociales, profesionales o de ocio
    • Consumo recurrente de alcohol en situaciones en las que provoca un riesgo físico
    • Se continúa con el consumo de alcohol a pesar de saber que se sufre un problema físico o psicológico persistente o recurrente probablemente causado o exacerbado por el alcohol
    • Tolerancia, definida por alguno de los siguientes hechos:
      • Una necesidad de consumir cantidades cada vez mayores de alcohol para conseguir la intoxicación o el efecto deseado. 
      • Un efecto notablemente reducido tras el consumo continuado de la misma cantidad de alcohol
    • Abstinencia, manifestada por alguno de los siguientes hechos: 
      • Presencia del síndrome de abstinencia característico del alcohol
      • Se consume alcohol (o alguna sustancia muy similar, como una benzodiazepina) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia

 

 

 

En la actualidad, se considera que la remisión del trastorno puede ser de dos tipos:

 

  • Remisión inicial (cuando no se ha producido ninguno de los anteriores síntomas en 3 meses, pero no ha alcanzado los 12 meses) o,
  • Remisión continuada (cuando no se han producido ninguno de los síntomas en los últimos 12 meses).

 

Y la gravedad del trastorno se determina por el número de síntomas, pudiendo ser:

 

  • Leve: presencia de 2-3 síntomas
  • Moderado: presencia de 4-5 síntomas
  • Grave: presencia de 6 o más síntomas

 

 

Evolución y curso del trastorno

 

 

El primer episodio de intoxicación por alcohol suele suceder hacia la mitad de la adolescencia en un porcentaje elevado de las personas que acaban desarrollando una adicción al alcohol. Sin embargo, la gran mayoría que desarrolla trastornos relacionados con el alcohol los desarrolla al final de la treintena y se mantienen con un curso variable caracterizado por la remisión en el consumo y las recaídas.

 

 

Habitualmente, esas recaídas suelen dar lugar a períodos en que la persona continúa unos niveles de consumo que ya presentaba antes de la remisión, y, con frecuencia, el motivo por el que vuelve a abandonar el consumo viene precedido de una crisis personal, de pareja o de otra índole (conflictos familiares, accidentes de tráfico, agresiones, etc.).

 

No obstante, una vez que se retoma la ingesta de alcohol, es muy probable que el consumo se incremente de forma rápida y que reaparezcan los problemas graves

 

Aunque la mayoría de las personas con el trastorno por consumo de alcohol desarrolla la afección antes de los 40 años, alrededor de un 10 % presentan un inicio tardío.

 

 

¿Por qué se sigue produciendo el consumo de alcohol?

 

 

El alcohol puede llegar a tener un poderoso efecto reforzador, dado que a su efecto reforzador positivo (debido a la activación del circuito de la recompensa cerebral) se suma su efecto reforzador negativo, bien sea por alivio de síntomas de ansiedad o bien de abstinencia del propio alcohol o de otras sustancia (ansiolíticos, p.ej.). 

 

La administración crónica (repetida) de alcohol produce cambios neuroadaptativos compensatorios a los de su administración aguda (puntual e intensa), que generan un estado de hiperexcitabilidad del sistema nevioso central (SNC), que puede expresarse clínicamente a través de los síntomas de abstinencia, que son debidos tanto a una hiperfunción glutamatérgica, noradrenérgica y de los canales de calcio, como a una hipofunción gabaérgica.

 

 

Tras unas horas sin ingerir alcohol, la persona que tiene dependencia de dicha sustancia puede presentar síntomas de rebote o de abstinencia. Un nuevo consumo de alcohol o de benzodiazepinas (BZD) en tales circunstancias puede producir un poderoso efecto reforzador negativo, ya que ambas neutralizan, de manera rápida y eficaz, los síntomas de abstinencia. Pero se trata de un efecto que dura pocas horas y puede ir seguido de un nuevo efecto de rebote, que dejaría a la persona todavía en peor estado del que se encontraba, es decir, con más síntomas de ansiedad, trastorno del sueño u otros síntomas de abstinencia, lo cual reactivaría su “necesidad” de un nuevo consumo de alcohol o BZD.

 

En la persona que presenta dependencia del alcohol, tanto los estímulos condicionados (que predicen la disponibilidad del alcohol - quuedar con los amigos, salir de trabajar, discutir con la pareja, ver un partido de fútbol), como el estrés, como un pequeño consumo de alcohol, pueden disparar el deseo de beber alcohol (“craving”) y precipitar una recaída.

 

Cuando la persona consigue reducir el consumo de alcohol, o incluso cuando deja de beber durante una temporada, tiende a recuperarse rápidamente de las consecuencias debidas a la toxicidad crónica del alcohol, pero los estímulos condicionados siguen disparando estados de craving que van a conducir a un nuevo consumo de alcohol, tras el cual reaparece la dificultad para controlar o incluso la pérdida de control, que conducen a la recaída; cerrando de este modo el círculo de la adicción, que se caracteriza por períodos de remisión que se alternan con crisis de recaída.

 

 

Tratamiento del alcoholismo

 

 

El tratamiento psicológico del alcoholismo está compuesto habitualmente por una serie de elementos terapéuticos:

 

  • Terapia cognitivo conductual (incluye identificar y modificar los pensamientos, las creencias, conductas o, en algunos casos, los estados emotivos desadaptados que contribuyen al consumo de alcohol)
  • Entrenamiento en habilidades sociales (decir no, poner límites, afrontamiento de la crítica y la culpabilidad, etc.)
  • Entrenamiento en autocontrol (del consumo, de la rabia, etc.) 
  • Entrenamiento en situaciones de confrontación del consumo y del estrés
  • Uso de los contratos conductuales
  • Terapia motivacional breve
  • Terapia de pareja e intervención familiar
  • Entrenamiento en gestión del estrés
  • Prevención conductual de recaídas
  • Apoyo comunitario 

 

 

Una de las intervenciones psicológicas con mayor evidencia y eficacia es la intervención motivacional. El objetivo es la prevención de recaídas, por medio de la identificación de situaciones de riesgo, el aprendizaje y ensayo de estrategias de afrontamiento (cognitivas y conductuales) y el reconocimiento y afrontamiento de los estados de “craving”, identificando cuáles son las fortalezas que motivan para el cambio.

 

La intervención motivacional nos permite trabajar incluso con pacientes poco motivados (esquizofrénicos, bipolares o con graves trastornos de personalidad) y determinados fármacos pueden ayudar a reducir el consumo hasta niveles de bajo riesgo. 

 

El tratamiento psicológico del alcoholismo se ha mostrado efectivo para reducir y eliminar el consumo abusivo de alcohol. Este tratamiento persigue varios objetivos de manera general:

 

 

  1. Valorar los recursos de intervención (médico, grupos terapéuticos de apoyo, internación en centros de rehabilitación, etc.) necesarios según el caso, el nivel de consumo, las consecuencias generadas por el consumo y las dificultades para abandonar o reducir el consumo.
  2. Identificar antecedentes del consumo.
  3. Proporcionar una explicación del funcionamiento de la adicción al alcohol.
  4. Enseñar al paciente estrategias terapéuticas para aprender a vivir sin consumir.
  5. Proporcionar recursos a la persona para hacer frente al craving (deseo intenso de consumo), a los estresores y disparadores del consumo y, por último, a la prevención de recaídas.
  6. Que la persona con adicción al alcohol establezca una nueva red social de apoyo.
  7. Reducir los patrones de consumo y erradicar el mismo para prevenir recaídas.
  8.  
  9. Garantizar los objetivos consolidados a través de un seguimiento periódico.

 

 

Comorbilidad del trastorno

 

 

Los trastornos bipolares, la esquizofrenia y el trastorno antisocial de la personalidad, además de algunos trastornos depresivos y de ansiedad, se asocian con un aumento notable de la tasa de trastorno por consumo de alcohol. Al menos una parte de la asociación descrita entre la depresión y el trastorno por consumo de alcohol moderado o grave se puede atribuir a los síntomas comórbidos depresivos temporales inducidos por el alcohol, que son el resultado de los efectos agudos de la intoxicación o de la abstinencia. 

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