Miedo al compromiso: ¿Por qué algunas personas temen las relaciones?

 

 

El miedo al compromiso (también llamado filofobia) es el temor a establecer una serie de responsabilidades con otra persona, tratando de evitar en mayor o menor medida todas las consecuencias que implican esas responsabilidades. Por así decirlo, se produce cuando una persona ve más fácil huir de esas implicaciones (respecto a la pareja, los amigos o incluso la familia) que afrontarlas. Le aterra en definitiva arriesgarse por alguien. 

 

Una de las características principales de la persona con miedo al compromiso es el distanciamiento dentro de las relaciones de pareja, alcanzando su máxima expresión en la ruptura de la relación y la evitación total del establecimiento de una nueva.

 

 

8 características de las personas con miedo al compromiso

En la mayoría de los casos, la persona teme sentirse atrapada y “enganchada”, privada de sus libertades. 

 

En un continuo dimensional encontraríamos una amplia variedad de intensidades de ese mismo miedo, estando en un extremo aquellas personas que evitan relaciones estables, y, en el contrario, aquellas personas extremadamente dependientes y que temen experimentar soledad “saltando” de una relación a otra.

 

 

Es importante señalar que de la misma manera en que dos personas pueden tener miedos diferentes a las alturas, de igual forma sucede con el miedo al compromiso: no hay dos personas exactamente iguales. Dicho esto, si existen una serie de características de este miedo al compromiso. Son las siguientes:

 

  • La persona tiende a controlar sus relaciones. En concreto cómo se siente dentro de éstas; por ejemplo, al aterrarle depender de alguien, evita aquellos compromisos que pongan de manifiesto dicha dependencia.
  • La persona con miedo al compromiso es, con frecuencia, una persona independiente y con dificultades para expresar lo que siente.
  • Son personas a las que les cuesta tomar decisiones por temor al cambio.
  • Son personas que presentan un miedo al rechazo elevado y que valoran por encima de todo tu libertad y temen perderla con facilidad, o, incluso, “dejar de ser” quienes son.
  • Con frecuencia, tras las primeras relaciones fracasadas, suelen elegir relaciones difíciles y con dinámicas complejas. Esto refuerza su sensación de que “las relaciones son dañinas”.
  • Les cuesta valorar aquellos aspectos positivos que le aportan las relaciones y a menudo se plantean lo que sienten dentro de la relación.
  • Tienden a preferir realizar actividades de forma individual que en pareja.
  • Según avanzan en la relación es más probable que se produzca una ruptura de la relación si hay o puede haber algún cambio que implique mayor compromiso.

 

 

¿Por qué nos da miedo el compromiso?

 

 

Al igual que otros miedos, el miedo al compromiso se produce (normalmente) por una serie de factores y la interacción entre ellos. Si bien es cierto que no siempre es patológico, también lo es que es necesario evaluar hasta qué punto protege adaptativamente a la persona o, por el contrario, genera un intenso sufrimiento.


Entre los factores más habituales que originan dicho miedo tenemos las malas experiencias en las anteriores relaciones de pareja. De hecho, las rupturas de pareja no asumidas y que generaron un gran impacto emocional pueden estar tras este miedo. Por otro lado, también el miedo al compromiso puede aparecer de forma puntual. Es decir, que aparezca en una relación (y no en otras) porque la persona siente que no estar en la relación “adecuada” o con la que alberga dudas importantes.

 

 

Otro de los factores habituales del miedo al compromiso es el temor a hacer daño a la otra persona. Se incluyen aquí motivos muy variados: desde el miedo a equivocarme y ofrecer al otro una serie de promesas que después pueden no cumplirse, hasta un miedo por no ser justos con la otra persona y acabar haciéndola un profundo daño.


En otros casos, la principal causa es el miedo a sentirse dependiente lo que genera este temor al compromiso. La persona ha aprendido a través de sus experiencias pasadas (que pueden ser muy distantes en el tiempo) a no depender de los demás, alimentando su “necesidad” de mantenerse independientes. Este miedo puede proceder también de las relaciones tempranas con los cuidadores (padre, madre, abuelos, etc.).


A este abanico de factores añadiríamos otro: el miedo a no saber cuidar. Se produce cuando la persona teme no saber cuidar adecuadamente de sus relaciones; este temor está, regularmente, ligado al factor que ya hemos mencionado como un temor a hacer daño al otro miembro de la relación. 

 

 

¿Qué puedo hacer si siento este miedo?

 

 

Como siempre que tenemos un problema que sentimos que no podemos controlar, una de las opciones es pedir ayuda profesional: ir a terapia


Sin embargo, es posible que tengas o puedas tener un control sobre tu problema e ir implementando algunos consejos:

 

 

  • Ponle nombre a tu miedo y analiza por qué motivo o motivos te sucede.
  • Evalúa detenidamente cómo podría ser tu relación en el futuro: pros y contras. Los contras serán aspectos que necesitas ir abordando con tu pareja e ir mejorando; si observas que su reacción es negativa, podrías plantearle acudir a terapia de pareja.
  • Ten presente que los ritmos de cada uno de los dos no tienen que ser idénticos. De hecho, es una quimera considerar que podamos entender la relación de la misma forma. En conclusión: aceptar la diferencia.
  • Enumera qué aspectos positivos tiene la relación. Observa lo que puedes perder.
  • No tomes decisiones precipitadas ni adviertas a tu pareja de una posible ruptura cada vez que aparezca ese miedo. De hacerlo, es bastante probable que produzca un intenso deterioro en la relación.
  • Comparte con tu pareja la necesidad de mejorar juntos en aspectos que no funcionan como te gustaría, recordando los dos ceder en esa negociación sin aceptar términos que no queremos o son innegociables… Sí, hay cosas que son innegociables. 
  • No mires hacia otro lado: aunque te alivie, lo hará sólo temporalmente y las consecuencias a la larga serán peores.
  • Deja que, mientras se suceden los problemas, la relación madure. Dale tiempo. Pero recordando que no es el tiempo lo que genera soluciones. Simplemente intenta adoptar una actitud paciente, los cambios no se suceden de la noche a la mañana.
  • No te autoculpabilices o machaques por sentir este miedo: en cualquier caso no lo has elegido.
  • Analiza cómo sería tu vida sin la otra persona. Probablemente llegues a la conclusión de que no es la relación que quieres, y, en ese caso, tienes el mismo derecho que los demás a romper la relación.

 

 

En definitiva, si lo que queremos para nosotros mismos es establecer una relación y disfrutar de sus beneficios, no nos queda otra que intentarlo, intentarlo y volverlo a intentar. Lo que no significa que aceptemos relaciones y aspectos de la otra persona que no queremos. No se trata de resignarse, sino más bien de seguir insistiendo en lo que pretendemos, teniendo muy presente que las personas no son perfectas, que quien está en frente de nosotros comete errores y es humano. ¿Queremos la relación como la tenemos? ¿Podemos entre los dos cambiarla? ¿No? ¿Si? Adelante...

 

 

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