Asertividad, sumisión y agresividad

 

 

Cuando nos encontramos con una persona que no comprende lo que es el respeto, difícilmente podemos entendernos con ella. Comienza un debate acerca del término respeto, que con frecuencia no es fructífero.

 

El respeto tiene varias acepciones según la RAE, que son:

 

 

Como podemos observar, la RAE hace referencia al trato digno y de respeto que proviene del latín "respectus", que se traduce como atención, consideración. Una de las premisas más importantes del respeto es que para ser respetado es necesario saber o aprender a respetar, comprender al otro y a valorar sus intereses y necesidades.

 

En definitiva, el respeto es un concepto que hace referencia a la capacidad de valorar y honrar a otra persona, a la capacidad de tratarla con dignidad. Todas las personas, por el mero hecho de ser personas, merecerían este trato digno y de respeto

 

En función de quien sea el objeto de ese respeto, podríamos establecer tres estilos de interacción con los demás y con uno mismo:

 

 

Cada uno de los tres estilos varía en forma y contenido, tendría sus ventajas e inconvenientes y sus creencias asociadas al estilo adoptado por la persona. Veamos cuáles...

 

 

Qué es el estilo asertivo

 

 

La asertividad implica la capacidad para autofirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás, respetando los derechos ajenos.

 

Es propio de personas que tienden a decir  "no" o mostrar su postura hacia algo; que manifiestan su postura, petición o demanda; que saben pedir favores y reaccionar ante las críticas de una forma sana; que saben expresar sentimientos y gratitud y expresar insatisfacción, dolor o desconcierto.

 

La ventaja de ser asertivo es que puede obtenerse (con mayor probabilidad) lo que se desea sin ocasionar trastornos a los demás. Siendo asertivo se puede actuar a favor de los propios intereses sin sentirse culpable o equivocado por ello; igualmente dejan de ser necesarios la docilidad extrema, el ataque verbal o el reproche, y estas formas de actuación pasan a verse como lo que son, formas inadecuadas de actuación que crean dolor y estrés. Antes de empezar a desarrollar una conducta asertiva hay que tener bien claro el hecho de que tanto el estilo de conducta agresivo como el pasivo, generalmente no sirven para lograr lo que se desea.

 

 

Qué es el estilo agresivo

 

 

Un estilo agresivo es la interacción con los demás basada en la defensa de los derechos personales y expresión de pensamientos, sentimientos y opiniones de una manera inapropiada e impositiva que transgrede los derechos de otras personas. Las víctimas acaban por sentir resentimiento y evitarlas. El objetivo de la agresión es la dominación de la otra persona.

 

Son ejemplos típicos de este tipo de interacción la pelea, la acusación y la amenaza, y en general todas aquellas actitudes que signifiquen agredir a los demás sin tener para nada en cuenta sus sentimientos. La ventaja de esta conducta es que la gente no pisa la persona agresiva, la desventaja es que no quieren tenerla cerca.

 

Las repercusiones para las personas agresivas o tendentes a la agresividad son principalmente dos: generan rechazo o huida por parte de los demás y generan un círculo vicioso al forzar a los demás a ser cada vez más hostiles, y así aumentar ellos cada vez más su agresividad.

 

Las creencias disfuncionales típicas que suelen rodear a la persona agresiva son:

 

 

Qué es el estilo pasivo

 

 

Es la forma de interacción no asertiva basada en la violación de los propios derechos al no expresar abiertamente sentimientos, pensamientos y opiniones o al expresarlos de una manera autoderrotista, con disculpas, con falta de confianza y cuyo objetivo es la evitación del conflicto.

 

Una persona con una interacción pasiva permite que los demás transgredan sus derechos, no defiende sus intereses y cuando lo hace tiende a sentirse culpable. Las personas que tienden a adoptar este estilo a menudo se sienten incomprendidos, no tomados en cuenta y manipulados.

 

Este tipo de interacción tienen repercusiones en la persona como la pérdida de autoestima, la pérdida de la precio de los demás o la falta de respeto de los demás.

 

Las creencias disfuncionales más frecuentes en torno a la persona sumisa son:

 

 

¿Cuáles son nuestros derechos?

 

 

El derecho principal del ser humano, y del que se derivan al resto, consiste en que tenemos el mismo derecho que los demás a ser tratados con dignidad y respeto

 

Desde los supuestos y educación tradicionales, el respeto y la dignidad es algo que "hay que ganarse", es decir algo por lo que hay que luchar y conseguir como si fuera un trofeo, que otorga la persona que actúa como un juez o o se siente moralmente superior. 

 

De este principal derecho partirían los siguientes:

 

 

 

 

Sin embargo, es habitual encontrar que la educación de muchas personas se ha centrado en supuestos tradicionales o creencias disfuncionales. Una antítesis de los derechos que hemos visto arriba, y que podríamos resumir en:

 

 

 

 

Sin respeto las relaciones interpersonales se llenarán de conflictos y de insatisfacción. Si no respetamos a los demás, no van a respetarnos a nosotros, y si no nos respetamos a nosotros mismos tampoco vamos a ser respetados por los demás. El respeto es esencial para sentirnos seguros, para poder expresarnos tal como somos sin miedo a ser juzgados, humillados o discriminados.


Ser respetuosos con los demás, ser respetados y respetarnos a nosotros mismos aumenta nuestra autoestima, nuestra autoeficacia, nuestra salud mental y nuestro bienestar. Por esta razón, educar a nuestros hijos en el respeto es un buen punto de partida para todos, no sólo para ellos, sino también para toda una sociedad. Una colectividad respetuosa sería una aquella que acepta la variabilidad, la flexibilidad, la diversidad y la individualidad y la identidad de cada uno.

 

 

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