En el artículo "La pareja inestable, la pareja superficial y la pareja compañera", analizábamos la tríada de elementos que constituyen los
diferentes tipos de parejas: el deseo, el compromiso y la intimidad.
En este artículo, profundizaremos en el último elemente: la intimidad. Uno de los puntos que me gustaría repasar en este artículo es el papel de la emociones y la intimidad
en las relaciones de pareja, dada la relevancia que tiene en el funcionamiento de una relación.
Hoy en día el concepto de privacidad está muy extendido. Hablamos constantemente de protección de datos, de intimidad, de privacidad, de derechos. Muchas personas quizás entenderán este término
como el terreno de lo privado, desde una óptica tradicional de lo íntimo, ligado a nuestra sexualidad. O bien, quizás, se entienda desde la idea de que cada individuo tiene su propio derecho a
guardar para sí mismo aquellos secretos e "intimidades".
Lo cierto es que ésta última forma de entender la intimidad es a lo que se refiere este artículo. La intimidad en pareja hace referencia a la capacidad de expresar lo que sentimos, de
identificarlo y de compartirlo con nuestra pareja; y una óptima intimidad en la relación implicaría la intención, por parte de ambos, de comprender y empatizar con el otro. Así pues,
sería la capacidad para respetar y comprender la pespectiva de mi pareja (no necesariamente de compartir su perspectiva).
La no expresión de nuestros sentimientos y emociones en la relación da lugar a multitud de conflictos. Las parejas, en
terapia, deben comprender que dicha expresión es una forma de:
- Construir una relación fuerte y resolutiva frente a los problemas.
- Dar lugar a lo que sienten ambos miembros, aceptando los errores del otro y los propios.
- Señalar a la otra persona qué necesito, qué no quiero y que sí.
- No generar ciclos disfuncionales (como el ciclo de “perseguidor-perseguido”, "culpable-culpabilizador").
- Mostrarnos honestamente al otro y favorecer, por tanto, la resolución de los problemas.
Otro de los conceptos importantes en la relación de pareja es el de intimidad.
La intimidad es la capacidad para ponernos en el lugar del otro, de empatizar con sus emociones y sentimientos o con sus motivaciones y tomar contacto con todo eso.
Revisando la bibliografía, los autores parecen definir más o menos áreas o facetas de la intimidad en la pareja, que voy a resumir en once:
- Comunicacional.
- Convivencial.
- Intelectual.
- Estética.
- Laboral.
- Sexual.
- Emocional.
- Recreativa.
- Creativa.
- Espiritual.
- Y en los conflictos.
Como podéis imaginar, todas estas áreas implican distintos aspectos de la vida de una persona, y muy a menudo suponen un conflicto en la
pareja: ¿Comprendo las creencias religiosas de mi pareja? ¿Las respeto y acepto? ¿Comprendo que pueda tener un concepto distinto al mío respecto a la convivencia? ¿Tolero que
estéticamente se vista, peine, cuide, de una determinada manera? ¿Entiendo su forma de divertirse? ¿Entiendo que no siempre tenga que compartir conmigo su ocio? En definitiva, ¿acepto quién es? ¿O
quiero a otra persona?
La intimidad implica todo esto:
- Comprender y aceptar al otro, por supuesto, sin olvidarte de tu propia intimidad, de tus necesidades y deseos. Cuidar del otro implica también cuidar de uno y desatenderte a ti mismo para cuidar
de la otra persona no es un buen ejemplo de autocuidado. Por no decir que suele generar aún más conflictos…
La intimidad requiere del mantenimiento de la propia individualidad (respetar quién soy, qué quiero), a diferencia de la simbiosis, donde ambos miembros se funden y no se
delimitan el uno al otro (ni a sí mismos). Paradójicamente, y en contra de lo que traslada el romanticismo, darse al otro implica establecer límites individuales claros para poder compartir
con el otro, en lugar de “ser el otro”. Sin embargo, nuestra educación, nuestra cultura y el apego que construimos a través de las relaciones con nuestros progenitores y demás figuras
adultas significativas pueden contribuir a que una pareja desarrolle conflictos relacionados con la intimidad.
Es muy frecuente
ver en consulta parejas con estos problemas donde la terapia suele ser un buen recurso para aprender a relacionarse de una forma sana, comprendiendo que diferenciarnos y respetar nuestra intimidad no
implica separarnos del otro; y viceversa, que el otro atienda su intimidad, sus necesidades, que respete quién es y qué es lo que quiere, no implica una separación o una
ruptura.