Los conflictos de pareja (I)

 

 

Comprender los conflictos de pareja en la actualidad implica también enmarcarlos en un contexto social. Para poder entender mejor el motivo por el que los psicólogos cada día tenemos más trabajo en consulta por parejas que están en la cuerda floja, debemos atender a cómo se conforman hoy las parejas, qué aprendieron en sus respectivas casas sobre el apego, qué recursos emplean para resolver sus conflictos (ver La negociación en pareja), cómo se ha constituido la intimidad y la autonomía en la relación (los límites), qué expectativas había y hay que están generando un conflicto o qué límites establece la pareja con respecto a la familia, los amigos u otras personas de su entorno.

 

La pareja en la actualidad

 

         

Una realidad social es el divorcio que, por ejemplo en 2016, fue superior a 2015 en 96.824 casos. Realidad que sigue creciendo lentamente. Con una custodia compartida de los hijos en los casos de divorcio y separación en torno al 30%; donde la duración de los matrimonios giran en torno a los 16-17 años de relación, concluyendo la separación con una edad media de 44 años en el caso de las mujeres y de 46 en el caso de los hombres. Esta realidad social es un reflejo en terapia, lógicamente, dado que la pareja acude a terapia con un ojo puesto en la separación y el divorcio (el primer problema a tratar en algunos casos) y no en la solución.


 

Las parejas acuden con frecuencia a consulta con un ojo puesto en la ruptura, más que en la solución o soluciones

Del enamoramiento al amor

 

 

Otra realidad social procede de la forma en que se componen hoy las parejas y que influye acerca de cómo elaborar el abordaje terapéutico. Si antiguamente los motivos por los que se constituían los matrimonios se atenían a razones económicas, familiares o (incluso) políticas, hoy el enamoramiento constituye la principal razón y nos ayuda a comprender cómo se originan los conflictos de pareja.

 

El enamoramiento es un estado emocional en el que se idealiza a la persona amada, en el que la persona enamorada está dispuesta a hacer todo por su enamorado/a (o casi todo), donde existe un deseo de vivir en un estado fusional (mezclarse con el otro, tocarse, verse), donde se intensifica la ‘intensidad’ erótica y nacen los celos en algunas personas (las inseguridades y los miedos a la pérdida del otro), donde lo demás es indiferente, donde se producen cambios fisiológicos en nuestro cuerpo (dilatación pupilar, palpitaciones, cosquilleos, cambios de olor corporal, etc.) y que se caracteriza por ser transitorio (las investigaciones más optimistas consideran que ronda los 2 años de relación).

 

Partiendo de este hecho, uno de los primeros conflictos a los que se va a enfrentar la pareja es cómo cada uno de ellos entiende la relación cuando el enamoramiento desaparece, dando lugar a varias "rutas" que fortalecen o debilitan el vínculo:

 

  • Una ruptura inmediata. (“He dejado de sentir lo que sentía”).
  • El surgimiento de conflictos, como una oportunidad para consolidar la relación y fortalecerla y proseguir hacia el amor y la aceptación mutua. O bien, la tercera ruta.
  • Una ruptura demorada. (“Hemos tratado de hacer todo lo posible y no hay forma de entendernos”).

 

Un tercer factor a tener en cuenta es el apego de cada miembro de la pareja, lo que “aprendieron en casa”. Decía Bolwby que el apego es “cualquier forma de conducta que tiene como resultado el que una persona obtenga o retenga la proximidad de otro individuo diferenciado y preferido (o querido), que suele concebirse como más fuerte y/o más sabio”. Dicho de otra forma, el apego es el vínculo afectivo que se establece con los demás e implica un aprendizaje de cómo son estos vínculos, algo que aprendemos de pequeños en la relación con nuestros padres y que describe la dinámica que a largo plazo influirá en nuestras relaciones con los demás. A través del apego (sobre el que no incidiré mucho, pese a su importancia) las personas desarrollamos nuestra identidad, nuestras necesidades afectivas y nuestros propios límites (vulnerabilidad, inseguridad, etc.), y como decía Hatfield (1984) algunos de estos temores:

 

  • El miedo a exponerse, a descubrirse.
  • El miedo al abandono.
  • El miedo al ataque agresivo.
  • El miedo a la pérdida de control.
  • El miedo a nuestros propios impulsos destructivos.
  • El miedo a la pérdida de nuestra propia individualidad o el miedo a ser absorbido (al compromiso).

 

 

Apego e intimidad

 

 

Hablar de apego y de intimidad implica comprender que:

 

  • Cada miembro de la pareja tiene un concepto de relación, una filosofía personal de cómo debe ser.
  • "Una persona se siente y elige ser amada de la misma manera en que se sintió valorada durante la infancia y/o de la forma en que echó en falta dolorosamente ser amada", decía José Díaz Morfa en "Prevención de los conflictos de pareja".
  • Las personas generalmente muestran a los demás que le están amando de la misma forma en que ellos quisieran ser amados.

 

En otras palabras, mientras uno de los miembros puede haber aprendido a dar y recibir cariño en demasía, el otro apenas tuvo contacto físico con sus padres y aprendió otras maneras de demostrar el afecto. Que la pareja comprenda cómo y porqué se comporta así el otro es vital para el buen funcionamiento de la relación, que comprendan qué aprendieron y qué necesita el otro, manteniendo su propia identidad e intimidad y respetando la del otro.

 

 

Los conflictos más frecuentes

 

 

Hoy día, los conflictos que se dan con mayor frecuencia en las parejas suelen desencadenarse por cambios en el entorno de la pareja, la paternidad y la maternidad, la infidelidad, los problemas económicos, los cambios en alguno de los miembros en las formas de gratificación u ocio o la aparición de una enfermedad. Comprender, también, la diferencia entre factores desencadenantes y causales es fundamental; una pareja puede considerar que el problema de sus diferencias de opinión son los problemas económicos, centrarse en tratar de erradicar las dificultades económicas y descuidar su relación en otros ámbitos, cuando en realidad su problema es otro. Esto que os cuento es frecuente: las parejas tienden a estimar que el conflicto con su pareja es evidente, claro y superficial. Cuando a menudo es complejo, poco explícito e intrincado.

 

          Las áreas de conflicto más frecuentes las podemos resumir en

 

 

No es extraño que la terapia la inicie uno de los dos miembros, acudiendo solo a consulta. Afrontar los problemas de pareja como una pareja es el primer paso...

 

 

Lejos de lo que se suele creer, la frecuencia de las peleas en la pareja no es un predictor del ‘éxito’ en la relación de pareja. Algunas parejas discuten con frecuencia, sin embargo, tienen puntos consolidados en la relación que hace que se sientan comprometidos y unidos. También puede sorprender, pero tampoco es un predictor el cómo solucionen ambos miembros sus conflictos de cara a la continuidad de la relación. Lo que sí parece ser un indicador fiable es la calidad del compromiso emocional, es decir, pueden discutir y entrar en conflicto, pero seguir manteniendo una relación satisfactoria si para ambos prevalece el compromiso emocional sobre el distanciamiento y las actitudes defensivas.

 

Las parejas conflictivas tienden a construir un distanciamiento o una aversión recíproca hacia el compañero que se alimenta de estas actitudes de intolerancia a la crítica, incomprensión hacia lo que el otro siente o de un distanciamiento emocional (no expresar lo que sentimos progresivamente o comunicarlo de una manera disfuncional).

 

Resulta vital comprender el alcance del distanciamiento en terapia (en qué se traduce y cómo afecta a la pareja), dado que la expresión emocional comunica las intenciones que tenemos y si esta no se da (o va disminuyendo) tan sólo cabe esperar que los conflictos vayan a más o se suceda la ruptura. Aprender a expresar nuestros sentimientos es entonces fundamental.

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