El deseo sexual es el impulso que sentimos por tener relaciones sexuales con nosotros mismos o con otras personas, actividades y técnicas. Se ve influido o producido por la interacción de los estímulos de carácter biológico, psicológico, social, relacional, emocional y afectivo.
Este deseo sexual no es siempre igual en todos los seres humanos, sino que fluctúa y no existe un criterio universal para considerarlo normal o anormal. En una misma persona se observarán cambios en su deseo a lo largo de los años, de sus relaciones, del día o de las horas (en función del estrés que experimenta, el tiempo que le dedica a pensar sobre el sexo, cambios hormonales, etc.). Es una entelequia considerar que podemos vivir permanentemente activos sexualmente o con deseo.
Uno de los factores que influyen en que aumente o disminuya nuestro deseo son las creencias y mitos sobre cómo deberían ser nuestras relaciones sexuales. Es fundamental identificar las creencias erróneas y desmitificarlas para que ganemos seguridad y perdamos ciertos miedos, además de exigirnos o exigir a la otra persona relaciones sexuales no realistas.
El segundo factor que podemos analizar en torno al deseo es la calidad de la relación de pareja.Lógicamente, si existen conflictos el deseo sexual tenderá a bajar o reducirse. Por ello es importante saber si:
Por otro lado, el deseo sexual se ve influenciado también por la novedad, de modo que si nuestras relaciones sexuales son rutinarias y lineales (A, luego B, luego C) también se verá mermado el deseo. Habitualmente, cuando los conflictos se resuelven entre ambos miembros de la pareja se restaurará el deseo sexual.
El tercer factor a analizar serían las causas psicológicas o trastornos psicológicos. Determinados trastornos como por ejemplo la depresión, la ansiedad en general, los trastornos de la personalidad, determinados sucesos traumaticos y otras heridas de carácter psicológico, influyen negativamente en el deseo sexual. A esto se añade el habitual consumo de psicofarmacos, que con frecuencia afecta a una o varias fases de la respuesta sexual (deseo, excitación, orgasmo) pudiendo variar la calidad del orgasmo o la intensidad de la excitación y el deseo.
El cuarto factor que analizaríamos serían los errores de aprendizaje. Dichos errores son influencias culturales y sociales que generan un desconocimiento sobre el deseo o que trasmiten un aprendizaje erótico erróneo.
El quinto factor sería quizás el más complejo de todos, referente a los factores de ansiedad relacionados con la sexualidad. Es decir, la ansiedad que experimentan hombres y mujeres antes situaciones sexuales percibidas como algo peligroso, doloroso, inmoral, etcétera.
Si tenemos en cuenta la complejidad y el entramado de factores que interaccionan para que nuestro deseo varíe, pedirle a nuestra pareja que tenga el mismo deseo sexual que nosotros es algo
completamente irreal, nocivo o dañino. Cada uno tiene su deseo y por mucho que insistamos no somos la misma persona.
No existe ningún criterio unificado y universal respecto a la frecuencia de su actividad sexual con que podríamos considerar normal/anormal el deseo sexual de un individuo.
De hecho, hay tantas sexualidades como personas, de modo que su deseo es algo muy personal y respetable. Asumir la realidad y aceptar a tu pareja y a tu deseo es importantísimo, tanto como desarrollar habilidades para resolver los conflictos, aprender a comunicarse de una forma sana y responsabilizarnos de nuestro deseo.
En cualquiera de los casos haz algo distinto, deja que los cambios lleguen, pero sé tú mismo quién decide hacer algo con tu deseo. Lo agradecerás y te lo agradecerá la persona que tienes al lado... Y en el mejor de los casos vete a terapia.
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