¿Cuándo podemos hablar de un problema en la sexualidad?

 

 

Podemos establecer dos polos de una misma dimensión que son contrapuestos: salud sexual y disfunciones sexuales. La salud sexual se definiría como: “la ausencia de temores, de sentimientos de vergüenza, culpabilidad, de creencias infundadas y de otros factores psicológicos que inhiban la actividad sexual o perturben las relaciones sexuales”, según la OMS. En el otro lado, encontraríamos las disfunciones sexuales, ¿dónde te encuentras tú?

 

 

Si te encuentras en ese 'área' privilegiada de la salud, ¡enhorabuena!

 

Pero si no es así, vamos a tratar de aclarar algunos conceptos que quizás te ayuden a entender que tienes un problema con tu sexualidad, y que, aunque seguramente no sea tu culpa, si es tu responsabilidad solucionarlo... y se puede.

 

 

Las disfunciones sexuales son todos aquellos trastornos que afectan a la respuesta sexual (en cualquiera de sus fases – deseo, excitación, orgasmo, resolución) de la persona generando una intensa angustia, ya sea por que dificultan la respuesta satisfactoria o bien porque la impiden.


La causa común de las disfunciones sexuales es la angustia, concepto que engloba diversos elementos biopsicosociales: la ansiedad, respuesta neurovegetativa que influye negativamente en la respuesta sexual humana, entendida como el correlato fisiológico de la angustia; emociones negativas como el miedo, la vergüenza o la culpa, que coartan el desarrollo de la sexualidad; las conductas de inhibición o represión que impiden su culminación. 

 

 

 

Si la angustia es la causa común de todas las disfunciones sexuales, la pregunta que se plantea es ¿por qué unas disfunciones afectan a una fase y otras a otra diferente de la respuesta sexual? El hecho de que a partir de la causa común, la angustia, las disfunciones sexuales aparezcan en la fase del deseo, de la excitación o del orgasmo, se explica por la influencia de dos factores:

 

 

 

1) A mayor intensidad, antes aparece el síntoma en la respuesta sexual humana. Así, una fuerte intensidad situaría la disfunción en la fase del deseo; una intensidad media en la fase de la excitación; una intensidad leve en la fase del orgasmo.

 


2) La cualidad de las causas remotas entendida como la mayor o menor gravedad de dichas causas. Una disfunción sexual originada por la causa remota de un trauma infantil (un abuso sexual, por ejemplo) sería más grave que la originada por un mal aprendizaje juvenil (dolor en el primer coito, por ejemplo) que sería más leve. Una ' cualidad grave de las causas remotas hace que la disfunción aparezca en la fase del deseo, una cualidad media en la de la excitación y una cualidad leve en la del orgasmo.

 

 

 

 

Hay algunas personas que se niegan la sexualidad: dicen que no tienen, otras la reprimen, otras no quieren saber nada o prefieren dedicarse a otras cosas... Sin embargo, hay otras personas que la viven y disfrutan como una parte más de su vida. Lo que es seguro es que la mayoría la desarrolla de una u otra manera en función de múltiples circunstancias. Nuestra experiencia, nuestro desarrollo de la afectividad, nuestros valores éticos, las actitudes de cada uno, la información que se tenga, las posibilidades, etc. Todo esto influye en cómo vivimos nuestra sexualidad. En definitiva según nuestra personalidad.

 

Cada ser humano tiene derecho a vivir su sexualidad del modo que él o ella consideren oportuno, siempre y cuando le enriquezca como persona, respete la libertad de elección sexual de los  demás, sea responsable en su conducta sexual y que ésta se realice en un marco de satisfacción mutua.   

 

 

 

 

Para hablar de conducta sexual saludable son absolutamente imprescindibles dos criterios: el subjetivo y el de pareja. De este modo, podemos considerar que una conducta sexual no es saludable en tanto en cuanto sea insatisfactoria y/o produzca malestar o sufrimiento a la persona que la práctica, o en tanto en cuanto estos efectos se produzcan en otra persona con la que se practica la conducta en cuestión. 

 

 

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