La característica esencial del trastorno de la personalidad paranoide es un patrón de suspicacia generalizada y de desconfianza hacia los demás de manera que sus motivos se interpretan como malévolos. Este patrón comienza en la edad adulta y está presente en una variedad de contextos.
El trastorno de personalidad paranoide se caracteriza por:
El sujeto con el trastorno de personalidad paranoide tiende a percibir los hechos más inocentes con significados ocultos que son degradantes o amenazadores. Además, suele albergar rencores durante mucho tiempo, por ejemplo, no olvida los insultos, injurias o desprecios y percibe ataques a su persona o a su reputación que no son aparentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o a contraatacar. También es frecuente que el individuo con este trastorno sospeche repetida e injustificadamente que su cónyuge o su pareja le es infiel.
A menudo sienten que han sido profunda e irreversiblemente dañados por otra u otras personas, aun cuando no existe una evidencia objetiva de ello. Cualquier transgresión de la honradez o la lealtad
que perciban sirve para apoyar sus presunciones ocultas. Se sorprenden de tal manera cuando un amigo o un socio muestran lealtad, que no pueden confiar o creer en que sea verdad. Si se meten en
problemas, esperan que los amigos y los socios les ataquen o les ignoren.
Constituyen entre el 0.5% y el 2.5% de la población, siendo más frecuente en hombres, mientras que los datos de la National Epidemiologic Survey on Alcohol and Related Conditions señalan un 4,4 % de personas con un trastorno de la personalidad paranoide, presentando la mayoría de los casos una tensión muscular elevada. Además, se caracterizan por una necesidad de evaluación continua del ambiente, un afecto serio y sin sentido del humor y, con frecuencia parecen no tener emociones e inspiran miedo a los demás.
El trastorno de la personalidad paranoide puede ser evidente desde la infancia y la adolescencia, con soledad, escasas relaciones con los compañeros, ansiedad social, bajo rendimiento en la escuela, hipersensibilidad, pensamientos y lenguaje peculiares, y fantasías idiosincrásicas. Estos niños suelen parecer "extraños" o "excéntricos", y son objeto de burlas.
Existe cierta evidencia de un aumento de la prevalencia de este trastorno en los familiares de personas con esquizofrenia, sobre todo en aquellos con relación familiar con el trastorno delirante de tipo persecutorio.
Los pacientes paranoides buscan la interacción social de modo activo; es probable que intenten, de esta manera, refutar lo que ellos mismos temen (ser engañados o agredidos), aunque de hecho, parece que buscan al otro con el único fin aparente de provocarlo, irritarlo y verificar sus reacciones. Plantean preguntas con el único fin de desenmascarar al otro, construyen verdaderas trampas, el estado de ánimo que marca la entrevista en consulta es de irritación permanente y recíproca, el interlocutor sentirá una molestia “física” a medida que se prolonga el diálogo y tenderá a contestar de forma irritada y descortés, ser evasivo, truncar el discurso, induciendo así el incremento de la suspicacia en el paciente y el empeoramiento del ciclo. «Si me evita tiene algo que esconder».
Otro estado característico de la persona con este trastorno es la astenia. El paciente refiere no tener más energías para poder enfrentarse a un mundo tan amenazador, vive en un estado de terror y miedo, es suspicaz y evita las interacciones sociales e interpersonales. En este estado es alto el riesgo de conductas suicidas.
Se suele dar un círculo vicioso en el que las expectativas de traición y hostilidad a menudo tienen el efecto de provocar esas mismas reacciones en los demás, confirmando y justificando, de esta manera, las sospechas y la hostilidad iniciales del paciente.
Los individuos con un trastorno de personalidad paranoide adoptan posturas en guardia que les permiten estar alerta de aquello cuanto acontece a su alrededor y de las personas con las que interaccionan; estos intentos por mantener la situación bajo control les otorga una apariencia de frialdad de cara a los demás.
El ciclo interpersonal suspicaz irritante es aquel en el que el paciente busca activa y disfuncionalmente la interacción social que, sin embargo, es percibida y vivida como rígidamente amenazadora. Los pacientes en esta fase se hallan muy a menudo dentro de ambientes laborales o en situaciones colectivas, y ponen en dificultad a sus colegas y jefes por las continuas quejas, denuncias e indicaciones con las que bombardean literalmente a todo el mundo. A la larga también la personas que tenían más lazos con el paciente acaban por abandonarle o incluso evitarle activamente. Se genera un desierto relacional y afectivo alrededor del paciente, que de manera inevitable cae en la depresión. Se reduce así la búsqueda de la interacción, persiste en un estado de aislamiento afectivo dado que los demás evitan, a estas alturas de la historia clínica, cualquier forma de contacto con él.
Este ciclo puede quedarse estabilizado en la primera fase (es menos extraño de lo que parece) o evolucionar hacia uno de los ciclos siguientes. La suspicacia y el estado de alarma se transforman en un retraimiento emocional y en un aplanamiento afectivo; el estado continuo de irritación asume la connotación de un desapego, de una aparente frialdad hacia el contexto. Desde esta situación el paciente puede transitar a un ciclo agresivo o a otro asténico, manifestando una sintomatología depresiva.
El ciclo agresivo o interpersonal agresivo parte de una base en los individuos paranoides: la percepción de que la sensación de no pertenencia y extrañeza. No es la expulsión del grupo lo que se percibe, sino la sensación de que una coalición impida esta pertenencia que de otra forma sería merecida y debida. Estos sujetos desearían, a su manera, la integración en el grupo pero no reconocen en qué grado ellos mismos han contribuido a su propia exclusión.
El individuo paranoide que espera en todo momento ser atacado tiende al sesgo anticipatorio agresivo. De esta forma, el estado emocional característico de la persona es de agonía constante y de hipervigilancia, que nunca podrá desactivar, puesto que cada interacción confirmará la amenaza. De forma simultánea, el individuo que interacciona con el sujeto paranoide tenderá a sentirse atacado/amenazado, y se percatará de cualquier intento de resolver el clima de amenaza será distorsionado por el sujeto paranoide; por consiguiente, reaccionará irritándose y evitando una interacción que se ha transformado en molesta e inútil.
El paciente tiene permanentemente la sensación de que lo están humillando o dañando injustamente. Se encuentra en un estado mental caracterizado por una frenética activación motora, una sensación invasiva de amenaza, de ser engañado, de rabia y suspicacia. De este estado, el paciente podría pasar a un tercero: el estado de abatimiento, un estado asténico de resignación y derrota.
Este estado no viene generado a partir de la conciencia del coste que tiene el propio estilo de vida sino de la convicción de haber sufrido una derrota, un daño irremediable. El estado asténico es casi siempre interpretado por el paciente en un sentido disfuncional, como demostración del daño sufrido; el paciente ha adquirido ya una conciencia de que la interacción con los demás es fuente de sufrimiento y de estrés, o bien ha desarrollado un delirio estable en la interacción con determinadas personas, o incluso un delirio de referencia.
El diagnóstico del trastorno de personalidad paranoide hay que diferenciarlo de:
En cuanto al diagnóstico diferencial con respecto a otros trastornos de la personalidad, aunque comparte síntomas similares con el esquizotípico en cuanto a la suspicacia, el distanciamiento interpersonal o la ideación paranoide, este último incluye además pensamiento mágico, rarezas en el lenguaje y experiencias perceptivas poco habituales que lo distinguen del trastorno paranoide.
Hay que señalar que estos sujetos podrían desarrollar trastornos del aparato digestivo y neuromusculares debido a la gran cantidad de tensión que van acumulando diariamente. Además, es probable que se vean envueltos en situaciones que impliquen riesgo para su vida o para la de los demás.
El trastorno de personalidad paranoide puede aparecido como antecedente de otros trastornos como la esquizofrenia o el trastorno delirante, y parece darse conjuntamente con el trastorno depresivo mayor, la distimia, la fobia social, la agorafobia, el trastorno obsesivo-compulsivo e incluso trastornos por dependencia del alcohol y otras sustancias. Con respecto a la comorbilidad con otros trastornos de la personalidad, se ha comprobado que los más probables son el esquizotípico, el esquizoide, el narcisista, el límite y el de evitación (Belloch y Fernández-Álvarez, 2002).
De acuerdo a los estudios de tipo genético, el trastorno de personalidad paranoide es más probable en personas con familiares de primer grado con un trastorno delirante (4,8%), pero parece más probable que la causa de este trastorno radique en la combinación de factores externos ambientales, como por ejemplo:
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