Trastorno de personalidad límite (o TLP)

 

 

El trastorno de personalidad límite (también llamado Trastorno de Inestabilidad Emocional de la Personalidad de Tipo Límite) consiste en un patrón de inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la imagen de sí mismo y de los afectos, con una impulsividad marcada. Su inicio comienza en las primeras etapas de la edad adulta y se manifiesta por cinco (o más) de los siguientes síntomas:

 

  • Esfuerzos desesperados para evitar el desamparo real o imaginado.
  • Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas que se caracteriza por una alternancia entre los extremos de idealización y de devaluación.
  • Alteración de la identidad: inestabilidad intensa y persistente de la autoimagen y del sentido del yo.
  • Impulsividad en dos o más áreas que son potencialmente autolesivas (p. ej., gastos, sexo, drogas, conducción temeraria, atracones alimentarios).
  • Comportamiento, actitud o amenazas recurrentes de suicidio, o conductas autolesivas.
  • Inestabilidad afectiva debida a una reactividad notable del estado de ánimo (p. ej., episodios intensos de disforia, irritabilidad o ansiedad que generalmente duran unas horas y, rara vez, más de unos días).
  • Sensación crónica de vacío, generalmente asociados con su incapacidad para tolerar la soledad.
  • Enfado inapropiado e intenso, o dificultad para controlar la ira (p. ej., exhibición frecuente de genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).
  • Ideas paranoides transitorias relacionadas con el estrés o síntomas disociativos graves. 

 

 

Inicio del problema

 

 

El trastorno límite se manifiesta en cada persona de diferente manera dependiendo de las características del sujeto y de sus circunstancias personales. Habitualmente, el trastorno límite de personalidad (TLP) se inicia en la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta y cuando se realiza el diagnóstico, la mayoría de las personas tienen una edad comprendida entre los 19 y los 34 años.

 

 

Marian Álvarez interpreta a Ana en "La herida" (2013), donde podemos apreciar cada uno de los síntomas del TLP.

 

 

Sus actitudes de manipulación, oposición y volubilidad generan rechazo y abandono, lo cual potencia su desconfianza hacia los demás y la tendencia a dirigir la hostilidad hacia ellos mismos 

A medida que transcurre el tiempo puede asociarse con trastornos depresivos, abuso de sustancias, trastornos de la conducta alimentaria y tentativas suicidas, entre otras problemáticas. Se ha observado que cuando la persona llega a los treinta años la impulsividad tiene a disminuir y aparecen algunas manifestaciones de estabilidad. Esto se ve favorecido cuando la persona cuenta con un entorno y una vida estable, con rutinas de trabajo u ocupación y aceptación del trastorno y su realidad.

 

Se estima que afecta a alrededor del 2% de la población general. Podría alcanzar un 10% de los sujetos atendidos en consultas ambulatorias y centros de salud mental (CSM) y se
estima que en torno al 20% de los pacientes psiquiátricos ingresados podrían tener este diagnóstico. Es el más común y habitual de los trastornos de personalidad.

Miedo al abandono

 

 

La percepción de una inminente separación o rechazo, o la pérdida de la
contención externa, pueden ocasionar cambios profundos en el concepto de
sí mismo, la afectividad, la cognición y el comportamiento. Estos sujetos experimentan intensos temores a ser abandonados y una ira inapropiada incluso ante una separación que en realidad es por tiempo limitado o cuando se producen cambios inevitables en los planes. Pueden creer que este «abandono» implica el ser «malos».

 

Estos temores a ser abandonados están relacionados con la intolerancia a estar solos y a la necesidad de estar acompañados de otras personas. Sus frenéticos esfuerzos para evitar el abandono pueden incluir actos impulsivos como las conductas autolesivas (cortes en las muñecas por ejemplo) o suicidas, lo que genera con frecuencia una respuesta de culpa o de protección temerosa en los otros.

 

 

Relaciones inestables

 

 

Las personas con TLP pueden idealizar a quienes se ocupan de ellos las primeras veces que se tratan, pedirles que estén mucho tiempo a su lado y compartir muy pronto los detalles más íntimos. Sin embargo, pasan rápidamente de idealizar a los demás a devaluarlos, pensando que no les prestan suficiente atención, no les dan demasiado o no están lo suficiente. En ocasiones, los pacientes con trastorno limite de personalidad pueden empatizar y ofrecer algo a los demás, pero sólo con la expectativa de que la otra persona «esté allí» para corresponderles satisfaciendo sus propias necesidades o demandas.

 

Son propensos, asimismo, a los cambios dramáticos en la opinión que tienen sobre los demás, alternando entre ver a otras personas como apoyos beneficiosos o cruelmente punitivos. Tales cambios suelen reflejar la desilusión que sienten cuando alguien del que dependen y cuyas cualidades positivas han sido idealizadas deja de proporcionarles esos cuidados que precisan y pasan a ser percibidos como alguien del que se recibe sólo rechazo o abandono. 

 

 

"¿Quién soy?"

 

 

La mayoría de los pacientes con trastorno límite de personalidad nunca desarrollan un sentido de sí mismos cohesivo y duradero, verbalizando a veces  «no sé quién soy». Esto hace que presenten cambios bruscos y exagerados de la autoimagen lo que se manifiesta por cambios en sus objetivos, valores y aspiraciones profesionales.

 

También suelen presentar cambios bruscos en sus opiniones, los planes de futuro, la identidad sexual, la escala de valores y el tipo de amistades que buscan o personas con las que se relacionan. Muchos se obsesionan con su apariencia física y manifiestan el desagrado que sienten hacia si mismos rechazando su imagen física lo que puede conducirles a desarrollar un trastorno de alimentación. Si bien lo habitual es que su autoimagen esté basada en ser malo o desgraciado, a veces los individuos con este trastorno pueden llegar a tener el sentimiento de que no existen en absoluto. Estas experiencias suelen ocurrir en situaciones en las que el sujeto percibe una falta de relaciones significativas, de ayuda y de apoyo.

 

 

Suicidio y comportamiento autolesivo

 

 

Los actos autolesivos (cortarse, quemarse, etc) y las amenazas e intentos suicidas son frecuentes. El intento de suicidio recurrente es, a menudo, uno de los motivos por los que estos sujetos reciben tratamiento.

 

 

 

El suicidio consumado puede acontecer en un 8-10% de estos sujetos

 

 

Estos actos autodestructivos suelen estar precipitados por los temores a la separación o al rechazo, o por la expectativa de tener que asumir una mayor responsabilidad. Las conductas autolesivas pueden ocurrir en el contexto de experiencias disociativas (estados alterados de conciencia que implican cierto grado de desconexión con el entorno). En estos casos, el daño autoinfligido puede llegar a suponerles un alivio pues les «reconecta con la realidad» reafirmándoles en su capacidad para sentir. En otras ocasiones suponen un alivio porque les sirve como un acto de expiación de su sentimiento de maldad interna que a veces presentan. 

 

 

Estado de ánimo reactivo

 

 

El estado de ánimo de las personas con TLP frecuentemente es reactivo, es decir, caracterizado por episodios de intenso malestar, irritabilidad o ansiedad, que suelen durar unas horas y/o días. Este estado de ánimo suele ser interrumpido por periodos de ira, angustia o desesperación, y son raras las ocasiones en las que un estado de bienestar o satisfacción llega a tomar el relevo. Estos episodios pueden reflejar la extremada reactividad de estos individuos al estrés interpersonal. 
 

 

Ira. Mucha ira...

 

Las personas con TLP presentan con frecuencia dificultades para controlar la ira (por ejemplo, muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes), y es frecuente que expresen la ira de forma inapropiada e intensa o que tengan problemas para controlarla. Pueden mostrar sarcasmo extremo, amargura persistente o explosiones verbales.

 

Frecuentemente, la ira se desencadenada cuando consideran que las personas que se ocupan de ellos y de las que dependen emocionalmente se comportan de forma negligente, como represores despreocupados o que de una forma u otras les abandonan. Estas expresiones de ira suelen ir seguidas de pena y culpabilidad y contribuyen al sentimiento que tienen de ser malos. 

 

 

 

 

Por el momento se desconoce la existencia de una causa que en sí misma pueda explicar el trastorno límite de personalidad. Una vez más, se destaca la existencia de diferentes factores de riesgo que pueden predisponer a la persona, haciéndola más vulnerable para desarrollar a lo largo de su vida este trastorno.

 

  • Factores genéticos: algunos autores consideran la importancia que tiene la carga genética en este diagnóstico. Esto puede observarse en estudios que demuestran que existe un mayor porcentaje de personas con trastorno límite de personalidad, que tienen familiares con trastorno del estado de ánimo y trastorno de la personalidad. Por otro lado se ha demostrado que los rasgos de personalidad como la «inestabilidad afectiva» y la «impulsividad» son heredables.

 

  • Factores biológicos: en la actualidad, puede que éste sea el apartado en el que más se está investigando y estos estudios avalan la creencia de la influencia de éstos factores en este diagnóstico. 

 

  • Factores psicosociales: en cuanto a los factores psicológicos, podemos decir que existen diferentes teorías en función de la corriente científica que las defienda, cada una de ellas haciendo hincapié en unos aspectos concretos. Los psicoanalistas, nos hablan de los mecanismos de defensa con los que la persona cuenta para abordar las situaciones cotidianas del día a día, en el caso de las personas con trastorno límite de personalidad, destaca mecanismos como la fantasía, la proyección o la agresión pasiva entre otros. Los conductistas, nos recuerdan la importancia que en las personas tienen los modelos de los cuales han aprendido a lo largo de su vida. También nos encontramos con una visión que hace hincapié en aspectos cognitivos, en la forma en que cada persona procesa la información que recibe. Sobre los factores ambientales, destacamos aspectos como la educación, los modelos parentales, el ambiente familiar, el entorno de la persona o los sucesos vitales, que según algunos autores, tienen gran importancia. Del mismo modo, se habla cada vez más de la influencia que las conductas adictivas y el consumo de drogas tienen en este diagnóstico.

 

 

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