El trastorno de personalidad límite (también llamado Trastorno de Inestabilidad Emocional de la Personalidad de Tipo Límite) consiste en un patrón de inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la imagen de sí mismo y de los afectos, con una impulsividad marcada. Su inicio comienza en las primeras etapas de la edad adulta y se manifiesta por cinco (o más) de los siguientes síntomas:
El trastorno límite se manifiesta en cada persona de diferente manera dependiendo de las características del sujeto y de sus circunstancias personales. Habitualmente, el trastorno límite de personalidad (TLP) se inicia en la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta y cuando se realiza el diagnóstico, la mayoría de las personas tienen una edad comprendida entre los 19 y los 34 años.
A medida que transcurre el tiempo puede asociarse con trastornos depresivos, abuso de sustancias, trastornos de la conducta alimentaria y tentativas suicidas, entre otras problemáticas. Se ha observado que cuando la persona llega a los treinta años la impulsividad tiene a disminuir y aparecen algunas manifestaciones de estabilidad. Esto se ve favorecido cuando la persona cuenta con un entorno y una vida estable, con rutinas de trabajo u ocupación y aceptación del trastorno y su realidad.
Se estima que afecta a alrededor del 2% de la población general. Podría alcanzar un 10% de los sujetos atendidos en consultas ambulatorias y centros de salud mental (CSM) y
se
estima que en torno al 20% de los pacientes psiquiátricos ingresados podrían tener este diagnóstico. Es el más común y habitual de los trastornos de personalidad.
La percepción de una inminente separación o rechazo, o la pérdida de la
contención externa, pueden ocasionar cambios profundos en el concepto de
sí mismo, la afectividad, la cognición y el comportamiento. Estos sujetos experimentan intensos temores a ser abandonados y una ira inapropiada incluso ante una separación que en
realidad es por tiempo limitado o cuando se producen cambios inevitables en los planes. Pueden creer que este «abandono» implica el ser «malos».
Estos temores a ser abandonados están relacionados con la intolerancia a estar solos y a la necesidad de estar acompañados de otras personas. Sus frenéticos esfuerzos para evitar el abandono pueden incluir actos impulsivos como las conductas autolesivas (cortes en las muñecas por ejemplo) o suicidas, lo que genera con frecuencia una respuesta de culpa o de protección temerosa en los otros.
Las personas con TLP pueden idealizar a quienes se ocupan de ellos las primeras veces que se tratan, pedirles que estén mucho tiempo a su lado y compartir muy pronto los detalles más íntimos. Sin embargo, pasan rápidamente de idealizar a los demás a devaluarlos, pensando que no les prestan suficiente atención, no les dan demasiado o no están lo suficiente. En ocasiones, los pacientes con trastorno limite de personalidad pueden empatizar y ofrecer algo a los demás, pero sólo con la expectativa de que la otra persona «esté allí» para corresponderles satisfaciendo sus propias necesidades o demandas.
Son propensos, asimismo, a los cambios dramáticos en la opinión que tienen sobre los demás, alternando entre ver a otras personas como apoyos beneficiosos o cruelmente punitivos. Tales cambios suelen reflejar la desilusión que sienten cuando alguien del que dependen y cuyas cualidades positivas han sido idealizadas deja de proporcionarles esos cuidados que precisan y pasan a ser percibidos como alguien del que se recibe sólo rechazo o abandono.
La mayoría de los pacientes con trastorno límite de personalidad nunca desarrollan un sentido de sí mismos cohesivo y duradero, verbalizando a veces «no sé quién soy». Esto hace que presenten cambios bruscos y exagerados de la autoimagen lo que se manifiesta por cambios en sus objetivos, valores y aspiraciones profesionales.
También suelen presentar cambios bruscos en sus opiniones, los planes de futuro, la identidad sexual, la escala de valores y el tipo de amistades que buscan o personas con las que se relacionan. Muchos se obsesionan con su apariencia física y manifiestan el desagrado que sienten hacia si mismos rechazando su imagen física lo que puede conducirles a desarrollar un trastorno de alimentación. Si bien lo habitual es que su autoimagen esté basada en ser malo o desgraciado, a veces los individuos con este trastorno pueden llegar a tener el sentimiento de que no existen en absoluto. Estas experiencias suelen ocurrir en situaciones en las que el sujeto percibe una falta de relaciones significativas, de ayuda y de apoyo.
Los actos autolesivos (cortarse, quemarse, etc) y las amenazas e intentos suicidas son frecuentes. El intento de suicidio recurrente es, a menudo, uno de los motivos por los que estos sujetos reciben tratamiento.
Estos actos autodestructivos suelen estar precipitados por los temores a la separación o al rechazo, o por la expectativa de tener que asumir una mayor responsabilidad. Las conductas autolesivas pueden ocurrir en el contexto de experiencias disociativas (estados alterados de conciencia que implican cierto grado de desconexión con el entorno). En estos casos, el daño autoinfligido puede llegar a suponerles un alivio pues les «reconecta con la realidad» reafirmándoles en su capacidad para sentir. En otras ocasiones suponen un alivio porque les sirve como un acto de expiación de su sentimiento de maldad interna que a veces presentan.
El estado de ánimo de las personas con TLP frecuentemente es reactivo, es decir, caracterizado por episodios de intenso malestar, irritabilidad o ansiedad, que suelen durar unas horas y/o días.
Este estado de ánimo suele ser interrumpido por periodos de ira, angustia o desesperación, y son raras las ocasiones en las que un estado de bienestar o satisfacción llega a tomar el relevo. Estos
episodios pueden reflejar la extremada reactividad de estos individuos al estrés interpersonal.
.
Las personas con TLP presentan con frecuencia dificultades para controlar la ira (por ejemplo, muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes), y es frecuente que expresen la ira de forma inapropiada e intensa o que tengan problemas para controlarla. Pueden mostrar sarcasmo extremo, amargura persistente o explosiones verbales.
Frecuentemente, la ira se desencadenada cuando consideran que las personas que se ocupan de ellos y de las que dependen emocionalmente se comportan de forma negligente, como represores despreocupados o que de una forma u otras les abandonan. Estas expresiones de ira suelen ir seguidas de pena y culpabilidad y contribuyen al sentimiento que tienen de ser malos.
Por el momento se desconoce la existencia de una causa que en sí misma pueda explicar el trastorno límite de personalidad. Una vez más, se destaca la existencia de diferentes factores de riesgo que pueden predisponer a la persona, haciéndola más vulnerable para desarrollar a lo largo de su vida este trastorno.
|
|
|