El trastorno por consumo de cannabis (o adicción al cannabis) se caracteriza por la presencia de un patrón problemático de consumo de cannabis que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo. Este malestar se manifiesta en, al menos, dos de los siguientes síntomas en un plazo de 12 meses:
Los efectos de la marihuana varían muchísimo dependiendo de la calidad y la dosis consumida, la personalidad y el estado de ánimo del sujeto, sus experiencias anteriores con la droga, el entorno social, y sus expectativas. Sin embargo, los efectos habituales cuando la marihuana se fuma y se inhala son: la sensación de euforia que se caracteriza por sentimientos de bienestar, aumento de la agudeza perceptiva, relajación, sensación de estar “flotando” o la sensación de que el tiempo se estira y distorsiona.
La inhalación al fumar o utilizar la vaporización da lugar a concentraciones máximas de THC en sangre en un plazo de minutos: la concentración alcanza un valor máximo al cabo de 15 a 30 minutos y disminuye en un plazo de 2 a 3 horas. Incluso con una dosis fija de THC en un cigarrillo de cannabis, la farmacocinética y los efectos del THC varían en función del peso del cigarrillo de cannabis, la concentración del THC del cigarrillo, su preparación, la concentración de otros cannabinoides, la velocidad de inhalación, la profundidad y duración de las caladas, el volumen inhalado, el grado de retención del aliento tras la inhalación, la capacidad vital y el humo expulsado y el ajuste de la dosis (Azorlosa, Greenwald y Stitzer, 1995; Azorlosa et al., 1992).
Cuando se fuma, la marihuana se absorbe rápidamente, y sus efectos aparecen en cuestión de segundos, aunque raramente duran más de dos o tres horas, y puede también generar sensaciones desagradables. Por ejemplo, si se consume cuando se está en una situación de estrés, hostilidad, suspicacia o temor, puede llegar a intensificar esos sentimientos. Con dosis elevadas, algunos individuos más o menos inestables o susceptibles pueden experimentar una fuerte ansiedad y depresión, así como ideas delirantes, alucinaciones, y otras experiencias de tipo psicótico. Hay pruebas de que existe una fuerte relación entre el consumo cotidiano de marihuana y la ocurrencia de síntomas psicóticos.
Varios estudios han asociado el consumo de marihuana con un mayor riesgo de trastornos psiquiátricos, incluidos la psicosis (esquizofrenia), la depresión, la ansiedad y los trastornos porconsumo de drogas, pero no siempre es fácil determinar si el consumo es efectivamente la causa de estos trastornos o en qué medida los causa.
Las pruebas más sólidas hasta ahora se refieren a una conexión entre el consumo de marihuana y los trastornos por consumo de drogas, y entre el consumo de marihuana y trastornos psiquiátricos en personas que tienen una vulnerabilidad preexistente, genética o de otro tipo.
La marihuana también provoca trastornos en la memoria y una mayor lentitud en el procesamiento de la información. El uso continuado de dosis altas durante mucho tiempo tiende a producir letargo y pasividad (síndrome amotivacional). En estos casos la marihuana parece tener un efecto depresivo y alucinógeno.
En cuanto al síndrome de abstinencia del cannabis, la sintomatología es variada y depende de la dosis, el tiempo y la frecuencia del consumo y la personalidad previa. Así por ejemplo, algunos estudios han mostrado que consumidores diarios de cannabis durante más de 70 meses presentaban ansiedad, tensión, insomnio, anorexia, cansancio, dificultad de concentración, irritabilidad disforia y agresividad, así como síntomas y signos físicos (sudoración, temblor, mialgias, náuseas y diarreas).
Decir también que, lejos del mito, el cannabis conduce a desarrollar tolerancia y provoca síndrome de abstinencia, es decir, el cannabis produce dependencia física (y psicológica).
En cuanto a la intoxicación por cannabis los efectos también son múltiples y variados: encontramos síntomas físicos como taquicardia, aumento de la presión arterial, inyección conjuntival, aumento
del apetito, sequedad de boca, cierta torpeza en la coordinación del movimiento y el equilibrio, y reacciones o reflejos lentos. Los síntomas psíquicos más frecuentes son cambios conductuales con
euforia y ansiedad, síntomas de suspicacia e ideación paranoide, sensación de lentitud en la percepción del tiempo y retraimiento. Suele aumentar la sensibilidad del individuo a los estímulos
externos, los colores se perciben más brillantes y los sonidos más intensos. A dosis más altas pueden darse episodios de despersonalización o de desrealización y toda suerte de síntomas
psicóticos.
También se encuentra implicado en la regulación de la actividad motora, lo que explica que el consumo de cannabis produzca una disminución del nivel de actividad y mayor dificultad en la coordinación
de movimientos.
El potencial terapéutico del cannabis ha sido revisado ampliamente en numerosas publicaciones científicas. Existe evidencia científica para su uso terapéutico en el caso de las náuseas y vómitos secundarios al tratamiento con antineoplásicos, la pérdida de apetito en el VIH y el cáncer terminal y el tratamiento del dolor neuropático en la esclerosis múltiple.
La terapia cognitivo conductual y la terapia motivacional se han demostrado cómo las más eficaces para el cese del consumo de cannabis. Además, y dadas las dificultades que experimentan las personas para reducir su consumo (irritabilidad, ansiedad, cansancio, apatía), es frecuente que la terapia se combine con tratamiento farmacológico para ayudar a la persona a estabilizar su estado de ánimo, que suele ser es un disparador del consumo.
El tratamiento de la adicción al cannabis (marihuana, hachis y derivados como el CBD) comienza por una deshabituación y desintoxicación de la sustancia, realizado a través de un
trabajo en consulta para hallar los elementos motivadores del cambio. Es habitual que esta primera fase no resulte especialmente complicado reducir el consumo para el paciente, aunque si suele
conllevar dificultades el hecho de que normalmente el entorno del consumidor refuerza su consumo y, a su vez, son consumidores.
Otro elemento fundamental de la terapia se conoce como el control de contingencias. Este control de contingencias es un método terapéutico empleado cambiar los refuerzos y recompensas que obtiene la persona a través del consumo, y persigue la eliminación de la conducta de consumo. Dicho de otro modo, busca que los "beneficios" que tiene el consumo para el paciente desaparezcan o se eliminen, proporcionando otras fuentes de gratificación y sustituyendo el hábito de consumo por otros hábitos saludables. La intervención mediante la cual los pacientes ganan incentivos en forma de vouchers (vales) canjeables por bienes o servicios es la que ha recibido mayor atención de los investigadores (Danovitch y Gorelick, 2012).
Por otra parte, los tratamientos basados en la familia y enfoques sistémicos están especialmente indicados para el tratamiento de adolescentes o adultos jóvenes (Budney et al., 2010). Pretenden aumentar el compromiso del paciente y su familia, incrementar la adherencia y mejorar el funcionamiento familiar.
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