Las benzodiacepinas (BZD) son los medicamentos tranquilizantes o inductores del sueño más utilizados en la práctica clínica. Sin embargo, existe una gran controversia con respecto a su eficacia y también a su seguridad, particularmente para los pacientes que tienen antecedentes de trastornos adictivos y también para las personas mayores.
El trastorno por consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes se caracteriza por la presencia de un patrón de consumo problemático que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo y que se manifiesta al menos por dos de los siguientes hechos en un plazo de 12 meses:
Este trastorno se considera en remisión de dos formas actualmente:
Por último, es importante tener en cuenta que la adicción a BZD se puede producir incluso a las dosis que habitualmente se prescriben y su retirada puede producir síntomas de abstinencia. Su consumo continuado durante meses o años, convierten las BZD en algo «necesario» para poder llevar una vida normal y desarrollar las actividades cotidianas, llegando a producir adicción.
La abstinencia en el trastorno por consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes se caracteriza por presentarse por:
El síndrome de abstinencia por el consumo de estas sustancias genera un malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento, y no puede atribuirse a otra afección médica y no se explican mejor por otro trastorno mental.
Además, estos síntomas de abstinencia vienen a consolidar el condicionamiento adictivo, ya que una nueva dosis de BZD producirá el alivio inmediato de dichos síntomas y, por tanto, tendrá un gran impacto reforzador negativo, dejando un recuerdo imborrable de la eficacia de las BZD para aliviar los síntomas de abstinencia.
La característica esencial de la intoxicación por sedantes, hipnóticos o ansiolíticos es la presencia de cambios de comportamiento o psicológicos desadaptativos clínicamente significativos (p. ej., un comportamiento sexual inapropiado o agresivo, labilidad emocional, deterioro del juicio, deterioro de la actividad social o laboral) que se desarrollan durante o poco después del uso de un sedante, un hipnótico o un ansiolítico.
Para diagnosticarse esta intoxicación se han de dar los siguientes criterios:
La persona que ha desarrollado un trastorno por consumo de estas sustancias tiende a idealizar sus supuestos efectos beneficiosos y, al mismo tiempo, banaliza sus potenciales consecuencias negativas, en parte debido a que sólo percibe su efecto reforzador, bien sea de alivio de ansiedad o insomnio, o bien de los propios síntomas de abstinencia de BZD. Este efecto de alivio de abstinencia acaba siendo decisivo para el mantenimiento de la conducta adictiva, pero resulta difícil de relacionar con las propias BZD, dado que los síntomas de abstinencia se presentan como un malestar poco definido para la persona que los padece.
El primer problema es el efecto rebote que producen las BZD (y estas sustancias) y que consiste en la reaparición de los síntomas de ansiedad o de insomnio, pero con más
intensidad que antes de cada toma de BZD. La persona que sufre el efecto de rebote reiterado, tras cada toma de BZD, se encuentra «atrapada» en una espiral descendente, de
empeoramiento progresivo de la ansiedad y del insomnio, hasta acabar hundida en un «pozo» de sufrimiento psicológico del cual le resulta muy difícil salir. Si además la persona presenta, al mismo
tiempo, un trastorno por consumo de alcohol y/o drogas, todo ello adquiere todavía una mayor gravedad.
Por tanto para resolver el problema habrá que pasar a otra dimensión, sustituyendo en primer lugar las BZD por otros fármacos tranquilizantes o inductores del sueño que no
produzcan efectos de rebote, tolerancia, abstinencia, ni adicción y, al mismo tiempo, tratando los trastornos psiquiátricos y adictivos comórbidos, que puedan estar detrás de
la ansiedad o del insomnio que
padece.
Las personas que han desarrollado adicción a las BZD, tienen dificultades para distinguir entre síntomas de ansiedad, angustia, craving (o necesidad imperiosa
de tomar BZD u otras sustancias), fobias, somatizaciones y otros. El primer paso consiste, por tanto, en ayudarles a identificar cada uno de estos síntomas diversos,
(cada uno de los cuales requiere un tratamiento diferente), y
hacer un diagnóstico preciso de las comorbilidades (psiquiátricas y adictivas) asociadas, para poder intervenir eficazmente sobre cada una de ellas.
Por todo ello, la intervención psicológica se compone de una fase inicial, cuyo objetivo es promover la toma de conciencia del paciente sobre el efecto rebote de
cada toma, o incluso los posibles síntomas de abstinencia, y también sobre la necesidad de pasar a «otra dimensión» farmacoterapéutica —diferente a las BZD—, si desea superar su
adicción a las BZD.
Por todo ello, la recuperación va a ser difícil, incluso cuando el paciente se compromete con el objetivo de retirada de BZD y, prácticamente imposible, cuando el paciente no ve
claramente la necesidad de retirarlas. De ahí la necesidad de una intervención motivacional, previa al inicio de la retirada, y también continuada, a lo largo de todo el proceso de
retirada, que puede durar
muchos meses.
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