El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) está caracterizado por una ansiedad crónica y preocupaciones de carácter excesivo (con una duración superior a los seis meses). Suele comenzar en la adolescencia o principio de la vida adulta (Roy-Byrne & Cowley, 1999)
El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) presenta los siguientes síntomas:
El cuadro general de las personas que sufren el trastorno de ansiedad generalizada es un estado constante de tensión, preocupación y desazón. El proceso fundamental es el de aprensión ansiosa, definido como un estado de ánimo orientado al futuro, en el que la persona intenta estar constantemente preparada para enfrentarse con los acontecimientos negativos que puedan acontecer (Barlow et al., 1996; Barlow, 2002).
El trastorno por ansiedad generalizada (TAG) parece ser un trastorno bastante común y el más frecuente de todos los trastornos de ansiedad. Es por esta razón que las investigaciones se han dedicado durante décadas a analizar las causas de su aparición, pero sobretodo, de su mantenimiento (o cronicidad). De otro lado, decir que el TAG representa un trastorno mental en el cual no se ha encontrado que la genética desempeñe un papel específico sustancial. McLaughlin, Behar y Borkovec (2008) revisaron los estudios de gemelos con relación al TAG y consideran que, tomados conjuntamente, se pone de manifiesto que su heredabilidad es baja.
Los modelos explicativos psicológicos se han centrado en estudiar cómo la ansiedad acaba por generalizarse y convertirse en un problema, es decir, se han centrado en conocer las causas de la génesis y del mantenimiento del TAG.
Como se observa en la imagen de arriba, una de las causas de mantenimiento del trastorno de ansiedad generalizada es que "la situación preocupante" va ligada a una sensación de indefensión (de vulnerabilidad e incertidumbre) que es afrontada a través de una estrategia de control: la preocupación excesiva. Con esto no quiero en absoluto decir que al preocuparnos estemos afrontando erróneamente las situaciones preocupantes, sino más bien al grado en que lo hacemos (el exceso es dañino).
La preocupación excesiva proporcionará al sujeto una clave que mantiene el modo en que afronta las dificultades: un aumento de la sensación de control (alivio). Y a su vez, dos consecuencias negativas o desagradables: un aumento de la percepeción de amenaza (preocupándose cada vez por más cuestiones) y una responsabilidad patológica, donde el individuo interpreta su influencia para solventar los problemas de forma sobredimensionada o sobrestimada.
Paradójicamente, el inidviduo "se calma" a través de la preocupación (siente el problema "más controlado"), pero a cambio las consecuencias le
pasan factura en forma de síntomas somáticos (especialmente de tensión motriz, temblores y
fatiga) y relacionados con estrés (dolor de cabeza, hipertensión arterial, colon
irritable, trastornos gástricos, insomnio, manos frías y pegajosas, boca seca, sudoración, náuseas o diarreas, poliuria, problemas para tragar o
quejas de tener
algo en la garganta, etc.). Las dificultades para concentrarse, la inquietud y la irritabilidad suelen ser también motivo de queja de estos pacientes, que habitualmente, no relacionan los síntomas
somáticos con la manera en que afrontan los problemas (la preocupación excesiva).
Para más inri, cuando el individuo además "acierta" con su preocupación o prevee algún acontecimiento amenazador con éxito (altamente probable) se ve reforzado a continuar adoptando esa forma de afrontamiento (la preocupación excesiva). Por lo que se crea así un círculo vicioso: "no puedo dejar de preocuparme porque si lo hago sufriré, pero sufro si sigo preocupándome".
En las últimas dos década, las terapias cognitivo conductuales están mostrando empíricamente una eficacia considerable, siendo, en algunos
casos,
tratamientos bien establecidos. Uno de los elementos centrales de esta terapia es la psicoeducación, enseñando al paciente las causas del trastorno y el mantenimiento del problema aclarando conceptos
como intolerancia, incertidumbre, evitación, valoración de la preocupación...
La terapia persigue ciertos objetivos como:
Entre las técnicas de intervención empleadas para el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada, se destacan:
El trastorno por ansiedad generalizada es un disgnóstico que frecuentemente lleva a error, pudiéndose confundir con otros trastornos, como los siguientes:
El trastorno de ansiedad generalizada suele aparecer junto a otros trastornos, especialmente junto a otros trastornos de ansiedad y del estado de ánimo, como la agorafobia, la fobia social y la fobia específica (Wittchen et al., 1994).
Además, muchas personas con TAG experimentan ataques de pánico ocasionales,que no llegan a cumplir los criterios del trastorno de pánico (Barlow, 1988, 2002). Muchas de estas personas muestran una depresión entre suave y moderada, además de la ansiedad crónica, lo cual no resulta sorprendente a la vista de su sombría visión del mundo (Roemer et al., 2002; Schweizer y Rickels,1996). Tampoco resulta sorprendente encontrar un excesivo consumo de drogas tranquilizantes, de pastillas para dormir y de alcohol, que a menudo complica el cuadro clínico del trastorno de ansiedad generalizada.
|
|
|