El trastorno orgásmico femenino (antes llamado anorgasmia) se caracteriza por una dificultad para experimentar el orgasmo o una marcada disminución en la intensidad de las sensaciones orgásmicas. Para diagnosticar un trastorno orgásmico femenino, los síntomas deben experimentarse en todas o casi todas las ocasiones (aproximadamente, el 75-100 %) de la actividad sexual.
Si se considera que el trastorno orgásmico femenino se podría explicar mejor por otro trastorno mental, por los efectos de una sustancia/medicamento o por una afección médica, no se haría el diagnóstico de trastorno orgásmico femenino. Así como tampoco podemos diagnosticar trastorno orgásmico femenino si la mujer obtiene el orgasmo a través de algunas técnicas pero no a través de otras, como por ejemplo, la penetración (existe el falso mito de que la penetración es la mejor técnica, cuando es una de las peores para alcanzar el orgasmo en la mujer).
En este trastorno podemos encontrar dos modalidades:
Recordemos que hasta hace poco no se consideraba la capacidad de la mujer de disfrutar de la experiencia sexual, siendo su papel relegado a mero vehículo de la satisfacción masculina. La inercia del predominio masculino ha diseñado unas formas de comportamiento sexual que priorizan el coito y la genitalidad frente a otras formas de expresión erótica, de tal modo que se considera el orgasmo en el coito, tanto para hombres como para mujeres, como el fin último. Vistas así las cosas el orgasmo en el coito viene a ser la respuesta auténtica, mientras otras formas de orgasmo son consideradas como sucedáneos.
De entre las causas que generan esta disfunción podríamos destacar tres grupos: causas orgánicas, causas psicológicas y causas sociales.
Como señaló Helen Kaplan, terapeuta sexual pionera: “Hay millones de mujeres que responden sexualmente, y con frecuencia multiorgásmicas, pero que no pueden tener un orgasmo durante la relación sexual a menos que reciban estimulación clitorídea simultánea”. Muchas mujeres lo experimentan durante la masturbación, estimulación manual de su pareja, o a través del sexo oral que las que lo vivencian durante el coito (Fugl-Meyer y colaboradores, 2006). Para muchas mujeres la estimulación durante el coito simplemente es menos efectiva que la estimulación directa manual u oral del área clitorídea (Bancroft, 2002).
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