Si cada uno de nosotros tuviéramos que responder a esta pregunta, obtendríamos una gran cantidad de respuestas y de variabilidad en ellas. Para algunas personas, determinadas situaciones serían estresantes mientras que para otras no. Sin embargo, de todas las respuestas podríamos encontrar un denominador común, una serie de factores que significan estrés para cualquier organismo, generando una serie de reacciones emocionales características y cambios a nivel fisiológico.
De entre esas características que, de manera general, inducen estrés en el ser humano se encuentran las siguientes:
La incapacidad para predecir los acontecimientos hace que los eventos estresantes lo sean mucho más. Se ha constatado que los seres humanos sometidos a una menor tasa de eventos
estresantes pero más impredecibles muestran una mayor tasa de enfermedad asociada al estrés, que aquellas personas que se ven sometidas a estrés pero
siendo más predecibles dichos eventos.
Ya en 1975, el psicólogo y escritor Martin Seligman constató este hecho a través de la investigación experimental en su estudio con animales (concretamente con perros). Acuño el término indefensión aprendida para hablar acerca del efecto observado en perros cuando estos adoptaban una actitud pasiva frente al castigo cuando no podían controlar la situación ni hacer nada por evitar el castigo y cuando no podían preveer dicho castigo. Los perros eran sometidos a descargas eléctricas sin posibilidad de escapar de ellas, observándose un intento de huida en las primeras descargas que acababa por desaparecer: finalmente sufrían las descargas sin tratar de escapar o huir.
En la década de los 70 se realizaron algunos estudios con la intención de constatar el hecho de que los humanos nos estresemos más frente a las situaciones en que percibimos un menor control. En este sentido, Lundberg y Frankenhaeuser (1976) demostraron que creer que uno posee el control sobre un nivel de ruido molesto se asocia con niveles más bajos de adrenalina y noradrenalina en sangre.
Las investigaciones sobre el tema han revelado que dichos eventos, si son incontrolables, resultan mucho más estresantes que cuando se puede operar sobre ellos. Este sentimiento de control no sólo reduce la experiencia subjetiva de estrés sino que también llega a modificar la reactividad psicofisiológica, como pudo observar Seligman en su laboratorio.
Greene et al. (1970) observaron en personas sometidas a cateterismo cardíaco doloroso que aquellas personas que hablaban con el médico de su miedo tenían una respuesta de estrés menos elevada que los pacientes que se comportaban de un modo más estoico.
En esta línea la investigación parace concluir que el apoyo de aquellos que están próximos y dispuestos a ayudar y a compartir los acontecimientos difíciles constituye un elemento decisivo para amortiguar los efectos indeseables, tanto de tipo psicológico como fisiológico, del estrés.
Los acontecimientos vitales estresantes son situaciones caracterizadas, precisamente, por su impredecibilidad, incontrolabilidad y pérdida de apoyo social, y han sido puestos en relación
con el desarrollo de la enfermedad física.
Más recientemente, investigaciones prospectivas han demostrado que la acumulación de eventos vitales estresantes a lo largo de un periodo de tres años predice el riesgo de fallo cardíaco. Además, la investigación sugiere una correlación positiva entre el estrés mantenido y los síntomas depresivos y de ansiedad, lo que nos obliga a mantener especial atención sobre las personas enfermas, cuya situación de por sí resulta estresante y sus efectos pueden degenerar en una depresión o en otros problemas de ansiedad.
Al margen de todos los factores que hemos destacado con anterioridad, hay uno que podemos destacar: la valoración que realiza el individuo de la situación.
El psicólogo Lazarus, en 1984, desarrolló una teoría sobre el estrés basada en la valoración del individuo, es decir, la interpretación cognitiva que la persona realiza sobre los acontecimientos potencialmente estresantes. Esta teoría mostró la relevancia que tiene el procesamiento cognitivo sobre los eventos estresantes.
Cuando una persona se enfrenta a una situación de estrés, valorará la cantidad de peligro potencial así como los recursos disponibles para hacer frente a la situación. La persona entonces experimentará estrés en la medida en que perciba que la amenaza excede sus recursos disponibles para hacer frente a la situación. La evaluación inicial de la amenaza a través de la cual la persona valora la cantidad de peligro potencial se denomina valoración inicial, mientras que la evaluación de los recursos disponibles para hacer frente y controlar la situación se denomina valoración secundaria. Esta distinción se ha utilizado para demostrar el importante papel que, supuestamente, tienen los procesos cognitivos en la emoción o el estrés.
La conclusión que podríamos sacar de la teoría de Lazarus es que, además de los factores de impredecibilidad, incontrolabilidad o la falta de apoyo social, la valoración de cada individuo será el factor clave para considerar las situaciones estresantes y, por tanto, para comenzar a sufrir los efectos perjudiciales del estrés en el organismo que veíamos en el artículo "Estrés, conducta y enfermedad".
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