La dependencia emocional es la necesidad extrema de carácter afectivo que una persona siente hacia su pareja a lo largo de sus diferentes relaciones.
Normalmente dicha dependencia implica un patrón de comportamientos de sumisión, pensamientos obsesivos en torno a la pareja, sentimientos intensos de miedo al abandono y una necesidad extrema de aceptación por parte de la otra persona, entendiendo por necesidad extrema la magnitud incrementada de una relación de pareja habitual, dónde los sentimientos positivos de querer estar con el otro, de contar con su apoyo, de sabernos queridos y valorados se llevan a un extremo. Es decir que disntinguiríamos el amor sano de la necesidad extrema y la dependencia por cuestiones "cuantitativas".
Las características de los dependientes emocionales las podríamos resumir en tres ámbitos: en el área de las relaciones de pareja, el área de las relaciones con el entorno interpersonal y el área de su propia autoestima y su estado de ánimo.
Dentro de las relaciones de pareja, los dependientes emocionales se caracterizan por una necesidad excesiva del otro y por un deseo de acceso constante hacia él. Cuando no se dan estas condiciones el dependiente suele vivir la experiencia con ansiedad (experimentando deseos de hablar con el otro/a, siendo incapaz de realizar actividades sin su pareja, etc.), deseando en todo momento la relación exclusiva con su pareja. Estos deseos de exclusividad, frecuentemente, también los mostrará el dependiente en sus relaciones sociales y de amistad, aunque la prioridad absoluta sea siempre la pareja por encima de sus propios deseos o por encima de cualquier otra persona que conozca.
A estas características se suma otra muy importante: la tendencia a adoptar roles de sumisión dentro de la relación. Sí además sumamos a esto su tendencia a idealizar a su pareja, no es de extrañar que estas personas entren en relaciones de control y subordinación, doblegándose a los intereses y deseos del otro.
El miedo a la ruptura se vive por parte del dependiente con suma ansiedad, dado que el otro juega un papel importantísimo en su vida siendo su guía y referente ante todos los problemas (acogiendo incluso las creencias de su pareja como si fueran suyas); además, algo que refuerza ese miedo a la ruptura es la actitud cada vez más distante de la pareja, así como el (frecuente) historial de relaciones desequilibradas que han creado en el dependiente una ansiedad anticipatoria frente a la pérdida y el abandono.
Otra de las particularidades del dependiente emocional es que la forma en que se vincula con los demás suele caracterizarse por una serie de patrones desadaptativos y dañinos para sí mismo. En este sentido podemos destacar tres características: en primer lugar, una marcada necesidad por conseguir la aceptación de los demás; en segundo lugar, deseos de exclusividad también hacia otras personas significativas; y por último, la presencia de un déficit de habilidades sociales (asertividad, poca empatía).
En cuanto a su estado de ánimo y su autoestima, el dependiente emocional tiende a tratar de huir de sí mismo, de su sufrimiento, refugiándose en otra persona. Temen a la soledad y presentan sentimientos negativos hacia sí mismos, baja autoestima, siendo hábiles a la hora de detectar cómo se sienten. Su estado de ánimo suele estar caracterizado por la preocupación constante, el nerviosismo, la inseguridad y la tristeza. Lógicamente, estos estados negativos desaparecen cuando el dependiente establece una nueva relación, pero volverán de nuevo cuándo sobrevuele la amenaza de la ruptura o cuando ésta se produzca.
Algo también habitual es que encadenen relaciones, estableciendo un ciclo habitual de relaciones de pareja que suele estar constituido por seis fases, estableciendo dos tipos de relaciones en cuanto a la significación (relaciones poco o nada significativas y frecuentes; o bien, relaciones importantes escasas) o importancia que le conceden.
Fase de euforia: esta fase se caracteriza por la ilusión desmedida que experimenta el sujeto en los primeros contactos de la relación. Normalmente las relaciones de amistad y familiares suelen percibir en la persona un estado de felicidad. Además la persona dependiente hará lo que el otro pretenda, destinará tiempo a lo que el otro decida, etc., comenzando así la actitud de subordinación característica de la siguiente fase.
Fase de subordinacion: normalmente esta fase se suele culminar en la consolidación de la relación a través del matrimonio o el inicio de la convivencia. Además, es imprescindible entender que los roles de sumisión y subordinación se producen por iniciativa de ambos miembros de la pareja, retroalimentandose el uno al otro. Otra característica de esta fase es que las personas cercanas (amigos, familiares) al dependiente le alerten sobre su actitud de sumisión o su situación de inferioridad y la posición de abuso de su pareja, entrando en una espiral de justificaciones sobre el comportamiento de la pareja.
Fase de deterioro: esta fase suele ser la más larga y no se distingue mucho del anterior o fase en cuanto a lo que sucede entre el dependiente y su pareja. Lo que sí está claro es que el dependiente ya no experimenta satisfacción en la relación experimentando un deterioro de su autoestima como consecuencia.
Fase de ruptura y síndrome de abstinencia: en esta fase habitualmente la pareja suele ser quién cierra y concluye la relación de pareja, aunque tampoco es de extrañar que el dependiente rompa la relación si considera que peligra su vida o la de sus hijos (en los casos de violencia doméstica).
Fase de relaciones de transición: tras el periodo de abstinencia o después del mismo el dependiente emocional trata de afrontar como siente su soledad y las consecuencias de una relación dañina y disfuncional. Comenzará entonces a establecer relaciones para mitigar el dolor, y todas aquellas que no satisfagan lo suficiente el vacío se constituirán como relaciones de transición.
Recomienzo del ciclo: una vez que el dependiente asume que la relación de pareja ha finalizado y no hay posibilidad de recuperarla comienza una fase de recomienzo. En el momento en que el dependiente establezca una nueva relación que valore como positiva y satisfactoria, se olvidará de la anterior relación. Por lo que como podemos suponer, estas personas no suelen estar enamorados de sus parejas sino simplemente necesitados de la pareja y su afecto.
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