El miedo al compromiso (también llamado filofobia) es el temor a establecer una serie de responsabilidades con otra persona, tratando de evitar en mayor o menor medida todas las consecuencias que implican esas responsabilidades. Por así decirlo, se produce cuando una persona ve más fácil huir de esas implicaciones (respecto a la pareja, los amigos o incluso la familia) que afrontarlas. Le aterra en definitiva arriesgarse por alguien.
Una de las características principales de la persona con miedo al compromiso es el distanciamiento dentro de las relaciones de pareja, alcanzando su máxima expresión en la ruptura de la relación y la evitación total del establecimiento de una nueva.
En la mayoría de los casos, la persona teme sentirse atrapada y “enganchada”, privada de sus libertades.
En un continuo dimensional encontraríamos una amplia variedad de intensidades de ese mismo miedo, estando en un extremo aquellas personas que evitan relaciones estables, y, en el contrario, aquellas personas extremadamente dependientes y que temen experimentar soledad “saltando” de una relación a otra.
Es importante señalar que de la misma manera en que dos personas pueden tener miedos diferentes a las alturas, de igual forma sucede con el miedo al compromiso: no hay dos personas exactamente iguales. Dicho esto, si existen una serie de características de este miedo al compromiso. Son las siguientes:
Al igual que otros miedos, el miedo al compromiso se produce (normalmente) por una serie de factores y la interacción entre ellos. Si bien es cierto que no siempre es patológico, también lo es que es necesario evaluar hasta qué punto protege adaptativamente a la persona o, por el contrario, genera un intenso sufrimiento.
Entre los factores más habituales que originan dicho miedo tenemos las malas experiencias en las anteriores relaciones de pareja. De hecho, las rupturas de pareja no asumidas
y que generaron un gran impacto emocional pueden estar tras este miedo. Por otro lado, también el miedo al compromiso puede aparecer de forma puntual. Es decir, que aparezca en una relación
(y no en otras) porque la persona siente que no estar en la relación “adecuada” o con la que alberga dudas importantes.
Otro de los factores habituales del miedo al compromiso es el temor a hacer daño a la otra persona. Se incluyen aquí motivos muy variados: desde el miedo a equivocarme y ofrecer al otro una serie de promesas que después pueden no cumplirse, hasta un miedo por no ser justos con la otra persona y acabar haciéndola un profundo daño.
En otros casos, la principal causa es el miedo a sentirse dependiente lo que genera este temor al compromiso. La persona ha aprendido a través de sus experiencias pasadas
(que pueden ser muy distantes en el tiempo) a no depender de los demás, alimentando su “necesidad” de mantenerse independientes. Este miedo puede proceder también de las relaciones tempranas con los
cuidadores (padre, madre, abuelos, etc.).
A este abanico de factores añadiríamos otro: el miedo a no saber cuidar. Se produce cuando la persona teme no saber cuidar adecuadamente de sus relaciones; este temor está,
regularmente, ligado al factor que ya hemos mencionado como un temor a hacer daño al otro miembro de la relación.
Como siempre que tenemos un problema que sentimos que no podemos controlar, una de las opciones es pedir ayuda profesional: ir a terapia.
Sin embargo, es posible que tengas o puedas tener un control sobre tu problema e ir implementando algunos consejos:
En definitiva, si lo que queremos para nosotros mismos es establecer una relación y disfrutar de sus beneficios, no nos queda otra que intentarlo, intentarlo y volverlo a intentar. Lo que no significa que aceptemos relaciones y aspectos de la otra persona que no queremos. No se trata de resignarse, sino más bien de seguir insistiendo en lo que pretendemos, teniendo muy presente que las personas no son perfectas, que quien está en frente de nosotros comete errores y es humano. ¿Queremos la relación como la tenemos? ¿Podemos entre los dos cambiarla? ¿No? ¿Si? Adelante...
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