La manipulación psicológica o afectiva hace referencia a aquellas conductas o acciones llevadas a cabo por un miembro de la pareja (o por ambos) para ejercer un control sobre la otra persona, con la finalidad de obtener un beneficio.
La finalidad de una relación de pareja es el crecimiento mutuo, la resolución de los conflictos de un modo satisfactorio para ambas partes y la consecución de un apoyo entre los miembros. Sin embargo, es habitual que acudan a consulta personas cuyas relaciones no son funcionales ni sanas, donde la manipulación en la relación de pareja es frecuente y recíproca.
En psicología utilizamos el término “pareja disfuncional” para hacer referencia a aquellas parejas cuyo funcionamiento es dañino, presenta un pronóstico negativo y tienen estilos de afrontamiento negativos en el conflicto. En estas relaciones se tiende a establecer un patrón de interacción en el que ambos miembros se manipulan, critican (Tú me criticas, yo te crítico) e intentan que el otro miembro de la pareja les entienda y acceda a sus peticiones y demandas.
El principal objetivo de una persona al manipular a otra es inducir auto desconfianza (en la otra persona). En ocasiones, ese control que se lleva a cabo a través de la manipulación
no es intencionado y premeditado, es decir, tiene más una intención de autoprotección que de agresión. O, dicho de otro modo, se inicia de una forma no consciente o voluntaria.
Sea como fuere, está claro que, aunque nuestra pareja no nos manipule de forma consciente, no es algo que debemos justificar ni consentir, y ni mucho menos normalizar. Rara vez
existe una intención malévola tras estas manipulaciones.
De manera global podríamos decir que las manipulaciones se producen de forma escalonada y gradual. Las relaciones habitualmente comienzan en un clima positivo, donde ambos miembros interactúan reforzándose de algún modo. En definitiva: haciéndose sentir bien el uno al otro. Pero cuando las cosas se tuercen, ambos suelen sentirse perplejos y sorprendidos por los conflictos. En esta tesitura, es fácil que afronten el problema culpabilizándose entre sí o atribuyendo al otro las causas del conflicto (y por tanto, centrando las necesidades del cambio en la otra persona).
Además, muchas parejas disfuncionales tienden a comprender el compromiso como algo inmutable, perpetuo y que no debe cambiar; en lugar de comprender la relación y el compromiso como algo susceptible de cambio y evolución. Al fin y al cabo, ambos miembros de la pareja van a ir cambiando a lo largo de la relación y evolucionando, ¿Por qué no también la relación?
En ese caldo de cultivo, es fácil que surjan los primeros conflictos, las riñas y las decepciones, y con ello el desarrollo de actitudes hirientes y defensivas. De este modo, ambos miembros comienzan
a construir muros para protegerse entre sí y hace aparición la manipulación.
Ante esas primeras riñas y decepciones, conflictos que van dañando, la pareja comienza a sufrir las consecuencias del deterioro por el modo en el que se trasladan lo que les duele. La comunicación se resiente y surgen las quejas y las críticas. Al principio los miembros pueden tratar de ignorar el problema, pero nuestra tendencia natural al ser criticados es defendernos.
Uno de los primeros cambios que con frecuencia se suceden en esta situación tienen que ver con la comunicación no verbal. Surgen algunas conductas no verbales como el silencio, como fruncir el ceño, como mirar hacia otro lado o, como mirar con desprecio.
Tras esta situación, pueden surgir las críticas como una forma de control. En sí mismas las críticas no son una forma de manipulación, pero sí pueden serlo si las críticas son
constantes, muchas de las críticas sistemáticas pueden conducir a una ruptura de la comunicación saludable y convertirse en una lucha por el control.
Si la lucha por el control no se resuelve, ambos miembros tratarán de sentirse lo mejor posible, de hacer entender al otro, del modo en que sea posible, lo que están pidiendo y echando en falta.
Las formas se deterioran, el dolor y el sufrimiento se acrecienta, y la pareja legitima las manipulaciones.
Las formas de manipulación en pareja podemos resumirlas en dos grandes grupos: las técnicas de manipulación sutil y las técnicas de manipulación burdas. Las primeras se diferencian de las segundas por manifestarse de una manera más encubierta, mientras que las segundas suelen ser claras, e incluso, rechazadas con frecuencia socialmente.
Una forma de manipulación burda es restarle importancia o negar lo innegable cuando nuestra pareja nos expresa un malestar o algo que no le gusta. Este tipo de manipulación pretende hacer creer a la otra persona que se equivoca, que realmente no existe un problema o que se está magnificando, cuando en realidad si existe un problema y solo se está tratando de afrontarlo.
Es habitual que en este tipo de manipulación, la persona que las lleva a cabo, verbalice frases tales como “no sé por qué dices que hemos discutido si no hemos discutido”, “yo no sé
dónde están los problemas”, “todo te parece mal”, “te encanta discutir”.
De esta forma, la persona se defiende de lo que estima es un ataque o una crítica a su persona o a su forma de comportarse. Por supuesto, enfrente se encuentra una persona experimenta una tremenda
frustración al no recoger ni reconocer, tan siquiera, sus sentimientos de malestar. Es habitual que en esta posición la persona que sufre la manipulación se sienta sola frente al
conflicto, cada vez más frustrada y enfadada.
Es una forma de manipulación burda que consiste en un ataque personal, bien a través del lenguaje o bien a través de conductas no verbales, que persigue un cambio en la otra persona a través de la intimidación. Las actitudes violentas son habituales en esta forma de manipulación, como por ejemplo a través de las amenazas (“tú sabrás lo que haces, pero luego no vengas a decir que…”, “piénsatelo bien, es mucho lo que te juegas…”, “a la larga te vas a arrepentir”, “te vas a acordar de esto, ya lo verás”, “vas a acabar perdiéndome”).
Otra forma de cruzar la raya o de atacar se produce a través del lenguaje no verbal. Por ejemplo, poniendo malas caras, cortando el discurso de la persona, no mirando a la persona, riéndose mientras le habla su pareja o haciendo claros gestos desaprobatorios cuando ésta habla.
Esta forma de control y manipulación es exitosa cuando consigue el otro miembro de la pareja la acepte como normal. Al aceptar algo inaceptable, perdemos algo de nosotros mismos. Esta aceptación
derivará la consecución de una cadena de conductas inaceptables cada vez más dañinas y más directas.
Una forma sutil de manipulación consiste en ridiculizar a la otra persona, bien a través del sarcasmo, de la burla o de la ironía. Es una forma de manipulación sutil porque no existe una agresión clara y manifiesta, y persigue precisamente que la otra persona actúe de forma agresiva. Busca el fallo, la duda de la otra persona, hacer cambiar de perspectiva y asumir la que tiene la persona que manipula.
Esta forma de manipulación también puede ser empleada en grupo o delante de otras personas, y persigue que sintamos la presión del grupo quedando como rígidos, agresivos, inflexibles o poco
comprensivos.
Es habitual si consiguen sacarnos de nuestras casillas que surjan comentarios tales como: “qué poco aguante tienes, caramba”, “es que menudo carácter tienes”, “por nada te enciendes”, etc.
Es otra técnica de manipulación sutil que consiste en la búsqueda de sutilezas que pongan en entredicho la legitimidad de lo que estamos pidiendo o demandando. Se trata de hacernos dudar, de interrogarnos con preguntas capciosas y de bloquear cualquier posibilidad de defensa.
No usa la agresión, ni el enfrentamiento directo; por el contrario, busca nuestro fallo, nuestra duda, para imponer su perspectiva. Se trata de que nos autoconvenzamos de que no tenemos ninguna razón
en nuestros planteamientos o peticiones. Son frases típicas: “¿estás seguro?”, “¿no será más bien que…?”, “¿no decías tú que…?”.
Culpar a nuestra pareja es otra estrategia sutil de manipulación. Hacer sentir culpable a la otra persona es una de las estrategias más sofisticadas de manipulación, que persigue que sintamos compasión por la persona que nos manipula y accedamos a cambiar para satisfacer sus demandas. Es el máximo de la manipulación.
No sólo intenta de forma no legítima que desistamos en nuestra reivindicación o petición, sino que pretende que sintamos compasión por quien realmente está abusando de nosotros. Es equivalente
(metafóricamente) a golpear a una persona porque nos está tratando mal, e intentarle hacerle comprender que le hemos golpeado porque queremos que cambie.
En esta forma de manipulación son habituales las frases como por ejemplo: “tomo antidepresivos por tu culpa”, “estoy así por ti”, “si no hubieras hecho eso, seríamos felices”, etc.
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