La ansiedad puede definirse como la respuesta del organismo a un estímulo estresante. Se trata de un fenómeno que se da en todas las personas y que, bajo condiciones
normales, mejora el rendimiento y la adaptación al medio social, laboral o académico. Tiene la importante función de movilizarnos frente a situaciones amenazantes o preocupantes, de forma que hagamos
lo necesario para evitar el riesgo, neutralizarlo, asumirlo o afrontarlo adecuadamente. Por ejemplo, nos ayuda a estudiar si estamos frente a un examen, estar alerta ante una cita o una entrevista de
trabajo, huir ante un incendio, etc.
Sin embargo, cuando sobrepasa determinados límites, la ansiedad se convierte en un problema de salud (o decimos que es patológica), impide el bienestar e interfiere notablemente en la
vida del individuo. Además, suele ser percibida como desagradable y difícil de controlar, suele acompañarse de síntomas físicos y psicológicos y es recurrente (repetitiva).
La ansiedad es un sistema complejo de respuesta conductual, fisiológica, afectiva y cognitiva (es decir, a modo de amenaza) que se activa al anticipar sucesos o circunstancias que se juzgan como
muy aversivas porque se perciben como acontecimientos imprevisibles, incontrolables que potencialmente podrían amenazar los intereses vitales de un individuo.
Si las circunstancias de ansiedad se prolongan o sobrepasan en intensidad o frecuencia a la habitual, puede surgir una serie de complicaciones que den lugar a la aparición de lo que se denomina
ansiedad anormal o patológica. Este tipo de ansiedad es aquella que resulta excesiva o desproporcionada respecto al estímulo que la provoca, aparece de manera muy frecuente o
duradera y produce limitaciones de diversa índole en la vida cotidiana de quien la padece, restringiendo sus posibilidades de adaptación al entorno.
La ansiedad patológica no solamente está presente en los trastornos de ansiedad, sino que se la asocia frecuentemente con la depresión y con distintas patologías, como la cefalea, el asma, la
bronquitis espasmódica, ciertos trastornos dermatológicos... También la ansiedad patológica está relacionada con trastornos alimentarios, como la anorexia y la bulimia, y con las disfunciones
sexuales. Así pues, también se ha observado que la ansiedad patológica se relaciona con el consumo de sustancias o de alcohol
La ansiedad patológica puede manifestarse en alguna de estas formas:
- Como crisis o ataque, en forma abrupta o episódica (Crisis de angustia, Trastorno de Pánico, Fobias).
- En forma persistente, fluctuante y continua (Trastorno de Ansiedad Generalizada).
- Como consecuencia de sucesos vitales estresantes (son los Trastornos de Adaptación y el Trastorno de Estrés Postraumático, que surge cuando un suceso extraordinario altera la vida de un
individuo)
Las manifestaciones sintomatológicas de la ansiedad son muy variadas y pueden clasificarse en los siguientes grupos:
- Fisiológicos: 1) Aumento del ritmo cardíaco, palpitaciones; (2) respiración entrecortada, respiración acelerada; (3) dolor o presión en el pecho; (4) sensación de asfixia;
(5) aturdimiento, mareo; (6) sudores, sofocos, escalofríos; (7) nausea, dolor de estómago, diarrea; (8) temblores, estremecimientos; (9) adormecimiento, temblor de brazos o piernas; (10)
debilidad, mareos, inestabilidad; (11) músculos tensos, rigidez; (12) sequedad de boca.
- Cognitivos: (1) Miedo a perder el control, a ser incapaz de afrontarlo; (2) miedo al daño físico o a la muerte; (3) miedo a “enloquecer”; (4) miedo a la evaluación negativa
de los demás; (5) pensamientos, imágenes o recuerdos atemorizantes; (6) percepciones de irrealidad o separación; (7) escasa
concentración, confusión, distracción; (8) estrechamiento de la atención, hipervigilancia hacia la amenaza; (9) poca memoria; (10) dificultad de razonamiento, pérdida de objetividad.
- Conductuales: (1) Evitación de las señales o situaciones de amenaza; (2) huída, alejamiento; (3) obtención de seguridad, reafirmación; (4) inquietud, agitación, marcha; (5)
hiperventilación; (6) quedarse helado, paralizado; (7) dificultad para hablar.
- Afectivos: 1) Nervioso, tenso, embarullado; (2) asustado, temeroso, aterrorizado; (3) inquieto, asustadizo; (4) impaciente, frustrado.
No todas las personas tienen los mismos síntomas, ni éstos la misma intensidad en todos los casos. Cada persona, según su predisposición biológica y/o psicológica, se muestra más vulnerable o
susceptible a unos u otros síntomas. Algunos de ellos sólo se manifiestan de manera significativa en alteraciones o trastornos de ansiedad. En casos de ansiedad normal se experimentan pocos síntomas,
normalmente de poca intensidad, poca duración y son poco incapacitantes.
La ansiedad normal y proporcionada, así como sus manifestaciones, no puede ni deben eliminarse, dado que se trata de un mecanismo funcional y adaptativo.
Se trata de saber convivir con la ansiedad, sin perder la operatividad. Sin embargo, en algunas personas que han sufrido trastornos por ansiedad, sobretodo si han sido muy severos o incapacitantes,
están tan sensibilizados que tienen después dificultades para tolerar la ansiedad normal, e incluso distinguirla de la patológica.
En la ansiedad influyen tres grandes grupos de factores: los factores predisposicionales (también llamados antecedentes), los factores activadores (llamados detonantes), y los factores de
mantenimiento (o mantenedores).
- Factores predisposicionales: hacen referencia a aquellas variables biológicas y constitucionales, hereditarias (genéticas) o no, que hacen más probable que un individuo
desarrolle alteraciones de ansiedad si se ve expuesto a situaciones capaces de activarla. Estos factores predisposicionales no son la ansiedad ni condenan a padecerla, son factores de vulnerabilidad.
Dicho en otras palabras, hay personas que cuentan con un sistema de alerta más sensible, por un lado, y más complejo de desactivar una vez disparado, por otro. En cierto sentido, son personas que se
encuentran regularmente en una especie de pre - alerta (o atención elevada a los síntomas de la ansiedad) que condiciona su disposición hacia el medio, la advertencia y el registro de determinados
acontecimientos, y la prefiguración de un tipo de respuestas –defensivas– como más probables.
- Factores activadores o detonantes: hacen referencia a aquellos hechos, situaciones o circunstancias que son capaces de activar el sistema de alerta, la preparación para
responder ante ellas y la respuesta propiamente dicha de la ansiedad. La ansiedad está fundamentalmente vinculada a la percepción de amenaza, por lo tanto, esencialmente, los factores activadores de
la ansiedad son aquellos que están relacionados con la amenaza y su naturaleza. La percepción de riesgo, es decir de lo considerado amenazante, depende fundamentalmente de un proceso de evaluación,
consciente o automático, determinado por la valoración de qué pasa y cómo nos afecta, por un lado; y qué podemos hacer frente a ello, por otro. Otra fuente principal de detonantes de la ansiedad son
el estrés o el consumo de sustancias, que precipitan a menudo la aparición de la ansiedad.
- Factores mantenedores: hacen referencia a aquellos factores que promueven y facilitan que los síntomas de la ansiedad se mantengan en el tiempo. Cuando el individuo no aprende a
gestionar y manejar la respuesta ansógena genera un incremento del estado de alerta e indefensión, lo que a su vez genera que la ansiedad se mantenga. Además, la aparición de los trastornos de
ansiedad en una persona suele a su vez generar otros problemas, reforzando los trastornos que produce y aumentando el problema y la gestión de dicha emoción.